jueves, 19 de julio de 2012

11/2/2012 Segundo día de Cabo Polonio



El día ha amanecido nublado y ventoso, no ha hecho frio pero tampoco calor.
Paseando por una de las dos enormes playas, varios lobos marinos muertos, también una ballena. No sé si la tempestad que se ha desatado en el mar por el fuerte viento he podido tener algo que ver o es que cuando ya están mal vienen a morir a la playa.


También hay muchas medusas muertas de gran tamaño.
Las dunas de esta parte norte son muy grandes y bonitas, tiene color tostado algo anaranjado, el viento les ha dado una lisura con alguna ondulación suave que parece como si fuera una piel que las recubre.
Se puede caminar bastante bien sobre ellas, son más duras que las que conocí en Marruecos que era imposible adelantar en la subida, cada paso que daba retrocedía un espacio similar al resbalar el pie por la arena suelta.

Nos ha acompañado un perro en nuestro trekking, creo que lo hacen porque con frecuencia algo les cae, alguien comparte bocadillo con ellos, nosotras no llevamos nada de comer así que se ha de conformar con nuestra compañía sin más premio que ese.

Por la tarde salió el sol y amainó algo el viento.


Hemos ido a buscar a Gabriela, la argentina que nos invitó a cenar a su casa anoche. Fuimos las cuatro paseando por el mercadillo mirando los abalorios y ropas expuestas en los tenderetes.
Gabriela lleva 20 años veraneando en este sitio por lo que conoce a todo el mundo y me los va presentando.
En uno de los dos restaurantes que hay junto al mar nos han invitado a buñuelos de algas, es una comida típica de aquí y están muy buenos, nos hemos sentado en la terraza junto al mar con las olas rompiendo a nuestros pies tomando unas cervezas muy frías.
Se estaba muy bien, lo he disfrutado.


Paseando por las rocas hemos llegado a la zona donde unos lobos marinos dormían plácidamente indiferentes a nuestras miradas.
En el faro hemos hecho unas fotos, es el hito más emblemático de este lugar.
Desde arriba hay unas vistas preciosas de las dos playas, una a cada lado del cabo, separadas por escasos doscientos metros (¿).


El viento era muy fuerte en la altura lo que nos ha convencido de bajar. Una mujer estaba echada en el suelo, la he asistido haciendo las maniobras de recuperación de volumen sanguíneo para mejorar su pulso logrando mi objetivo. Gabriela ha bajado después y me ha ayudado en la reanimación.


Se la han llevado ya consciente y con buen pulso al hospital para llevar a cabo un análisis exhaustivo y electrocardiograma. Nos han agradecido la asistencia.
Le he comentado a Gabriela que poco se iba a pensar la familia que estaban asustaditos de que en ese recóndito lugar del mundo, sin farmacias y menos aún ambulatorios u hospitales, que su madre iba a ser atendida por dos médicos.


La cena nuevamente en casa de Gabriela y Alejandro que tenían invitado a una pareja, él abogado, con los que llevamos cambio de pareceres de la situación política de Sudamérica en general y Argentina en particular.

No coincidíamos en nuestra forma de valorar la labor de los distintos gobiernos pero me ha gustado que nadie quisiera imponer su criterio, eso hace que sea más fácil discrepar sin encenderse.

Otra deliciosa noche a la luz de las velas y la lumbre de la chimenea.

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