viernes, 20 de julio de 2012

16/3/2012 Cascada de Juipe, playas de Havaizinho y Camboa. Itacaré, Bahia



Paseando temprano por la playa del pueblo, cuando los pescadores regresan con su botín, pude disfrutar de la vida local sin maquillajes para turistas.
Es bonito ver como faenan con sus redes ajenos a los ajetreos de los foráneos, aunque a estas horas de la mañana la única exótica era yo.


Una barcaza repletita de peces (me han dicho su nombre pero a estas horas de la noche ya no lo recuerdo) varada en la playa del pueblo estaba siendo descargada con grandes cestos llevados por dos pescadores, han hecho varios viajes hasta vaciarla.


Mis pasos me han conducido a la calle principal del pueblo donde estaban poniendo las calles o lo que es lo mismo, abriendo los establecimientos comerciales.
En una agencia de viajes me han ofrecido ir de excursión en grupo hasta hermosas playas algo alejadas del pueblo y luego a una cascada donde se podía nadar.
Me gustó la idea y el precio y eso, fui.

En principio el grupo era de 10 personas pero 5 de ellas era una familia de brasileños se marcharon enfadados con la agencia porque ellos habían pedido esa excursión en exclusiva, sin más pasajeros.

Así pues quedamos cinco personas, todos brasileños menos yo, claro.


Las playas verdaderos paraísos en la tierra.
Estaban entremedio de la jungla que abría claros al mar formándose varias playas todas ellas espectaculares, a cual más bonita.
Las olas lo suficientemente grandes como para que los surfistas disfrutaran de ellas con sus tablas.

Yo también las he disfrutado sin tabla, saltándolas o pasandolas por debajo como solía hacer en mi infancia cuando el Mediterráneo se ponía bravo.


Accedíamos a través de la selva por senderos bien marcados pero en ocasiones escarpados y difíciles lo que aún le daba más encanto y mérito.

Después de disfrutar de esas playas más bravas y agrestes pasando más o menos una hora en cada una, llegamos a una muy larga llamada como el pueblo Itacaré aunque está lejos del mismo.

El guía decía que a esa playa habían venido Sarkozy y su afamada esposa.


Como llegamos a ella a través de la selva y desde una posición más alta tuvimos una vista panorámica de la misma de postal.
La amabilidad de mis compañeros de excursión, en especial de una pareja relacionados también con sanidad, ha sido deliciosa.


El remate final del baño en la piscina que formaba la amplia y abundante cascada donde he podido nadar sin ser bamboleada por olas, ha servido de diversión a la vez que ayudó a desprenderme de la sal del mar y la fina arena que logró meterse por todos los lados.

Estoy de acuerdo con lo que decía mi guía sobre este lugar. Es precioso tanto por sus maravillosas y selváticas playas como por la sencillez de sus gentes con sus artes de pesca como principal quehacer al contrario de muchos lugares (como Ibiza por ejemplo) que cambiaron los aperos de pesca por la servidumbre al turista en sus diferentes facetas.


Recuerdo también otro sitio que visité en España hace muchos años, Santillana de Mar que no se a que debe su nombre pues no tiene mar. 
Era una aldea encantadora con vida de campo, agricultura y ganadería a pequeña escala.
El pueblo era y sigue siendo una joya arquitectónica muy bucólica pero la gente convirtió sus casas en restaurantes y hoteles, dejaron el campo y se dedicaron al comercio.

Cuando lo visité nuevamente años más tarde me dieron ganas de llorar, toda la hermosa plaza del pueblo llena de autocares, un pueblo tomado por los turistas sin habitantes autóctonos, una lástima.

Es sano encontrar sitios como este que no han sucumbido al turismo permaneciendo fieles a sus medios de subsistencia tradicionales.

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