jueves, 19 de julio de 2012

12/3/2012 Regreso a Ouro Preto, Minas Gearis



El motivo de volver a Ouro fue que ayer el comisario nos dejó llevarnos la moto con la condición sine qua non de llevarles esta mañana los papeles de la sociedad que acredita a José Luis como propietario de la misma. 
Ayer hizo un acto de confianza en nosotros para, según sus palabras, que yo no me llevase una mala impresión de Brasil (Como JL ya vive aquí no debe contar).

La verdad es que hubo un cambio de facciones faciales y de estado anímico en el comisario cuando por fin pudo acabar la carta de confianza de unas diez líneas en la que empleó una hora y media. 
Se relajó, logro sonreír y nos contó que él era ingeniero en las horas fuera de oficina y su mujer médico. 
Acabada su ardua labor de escribir todo eran amabilidades por su parte.

También ibamos recordando por el camino como se inició la tertulia de ayer sobre religión con los policías.


Uno empezó a contarme que tenía 43 años y que a los 45 se jubilaría, por haber estado 30 años cotizando, con una pensión de 8000 reales que son 4000$ unos 3000 y algo €. 
No está nada mal. Estaba muy contento por ello.
Echando cuentas, se lo merece, empezó a trabajar a los doce años.

El otro policía me pregunta que opinaba yo sobre la teoría de que en diciembre de este año se acababa el mundo.

Enseguida supe de que hablaba pues como estuve en las ruinas Mayas en Méjico, ya sabía que ellos tenían un calendario que se acababa en esa fecha aunque nadie sabe si es porque les parecía lo suficientemente lejana para pararlo allí o porque, como dicen los mal agüeros, se acababa ahí el mundo.


Naturalmente le contesté que no creía en predicciones catastrofistas y que ya en muchas ocasiones se han predicho hecatombes en fechas determinadas que la realidad desmontó como farsa que eran.
Ese fue el comienzo de que me hablara de sus creencias religiosas mientras esperábamos la grúa.

Nuevamente en carretera en la Harley pero esta vez bien equipados con trajes de moto por si le daba por caer un aguacero como ayer, nos llegamos a comisaria solventando el papeleo en escasos minutos.
A la vuelta un remojón no nos lo quitó nadie, por suerte duró poco.


Cuando si nos mojamos fue yendo a rodoviaria a la tarde para tomar el bus a Porto Seguro.

Hasta que logramos parar a un taxi (la moto ni nos lo planteamos de cogerla) fuimos atacados por el aguacero de una tormenta poco piadosa ya que empezó justo cuando pusimos un pie en la calle sin parar hasta conseguir la locomoción.

Me tuve que despedir de Carolina, la mujer de JL por teléfono, la ciudad colapsada por la lluvia y la huelga de autobuses hizo que no llegara a tiempo para hacerlo personalmente. 
Es una preciosa mujer que sabe cómo llevar la casa y los hijos y lidiar a JL con mucho acierto.

En la estación estaba David con su novia brasileña esperándonos para presentármela y despedirme.


Es una joven hermosa, de tez color cobre y muy brava.
Tras (como siempre) infinitas cervezas se entabló una discusión entre ella y JL sobre esta ciudad de Belo Horizonte, ella la defendía y JL la tumbaba.

Ella, con una insistencia inaudita e interrumpiendo los argumentos de él para defenderla, JL estaba de los nervios, se la quería comer por suerte como tiene mucho sentido del humor y es muy inteligente, logré apaciguar los ánimos sin que la sangre llegara al río.

Y así fue como me despedí de esta ciudad (de poco encanto para la mayoría pero preciosa para la autóctona) y de mis amigos, no sé si cuando mi bus partió continuó la discusión o me hizo caso JL de que lo dejara estar, se lo preguntaré.

De todas maneras la situación me dio mucho que pensar de ocasiones similares vividas por mí con mis parejas, reafirmandome en la idea de que el patrón mental femenino es muy diferente al masculino y que se repiten los esquemas sean quien sean los protagonistas.

Ellos no dejan la discusión hasta ver vencido al contrario y las cabezonas como yo o esa muchachita terca no damos nuestro brazo a torcer aunque nos maten.
Con lo fácil que debería ser decir “si cariño tienes razón” haciéndoles así felices a ellos y, naturalmente, seguir pensando lo que creemos firmemente.

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