viernes, 20 de julio de 2012

1/4/2012 Caminando por Punta Antonia y Ciudad Velha, Santiago



Anoche me acosté tarde, entre el espectáculo y la cena el tiempo voló.
Esta mañana tempranito hemos montado las bicicletas en la camioneta, ibamos Guilles con dos amigos, Agnes y yo.
Partimos todos en el coche hasta la emisora de radio, allí lo aparcamos, ellos iniciaron el recorrido en las bicicletas, nosotras caminando.


Las vistas desde lo alto son espectaculares, es relajante caminar por la montaña, ver el valle a lo lejos, en la distancia, a mis pies, trasmitiéndome esa visión una profunda sensación de amplitud, de poderío.
Al pasar junto a una casa aislada del mundo, en medio de la montaña, sin medios de comunicación ni abastecimientos de agua o electricidad, con la familia en la entrada dejando pasar lentamente las horas de sus interminables días.
Esa gente vive más que nosotros, los estresados, el tiempo discurre con relojes diferentes.


Yo no me imagino viviendo allí mucho tiempo, he mamado asfalto y agitación, me sentiría que me ahoga tanta quietud pero puedo entender que si se nace allí las cosas son diferentes, la mente se adapta a esa quietud, las necesidades son otras y seguro que las satisfacen sin agobios, se les ve bien a pesar de que nos miran desconfiados, sobre todo los niños que no están acostumbrados a caras diferentes.


Hicimos la caminata durante la mañana, nos llegamos hasta el coche, lo conduje yo de bajada hasta Praia donde se suponía que estarían los ciclistas antes que nosotras.
No fue así, tuvieron pana, se estropeó la bici de Guilles, les fue a buscar Susana, la mujer de Eusebio (ambos españoles) para cargar las bicis y bajarlos en el trayecto que les quedaba.
Cuando llegaron ya estábamos nosotras que además paramos a hacer la compra en el mercado de Sucupir, los ingredientes necesarios para homenajear a nuestro anfitrión con una tortilla de patatas española.


Por cierto que me quedó muy buena, modestia aparte. No se cocinar pero para la tortilla tengo la mano rota.
La regamos con un buen vino que nos ofreció Guilles. Mientras cocinaba lamenté no haber comprado también los ingredientes para una ensalada. No es fácil adquirir alimentos en un solo sitio y eso que es la capital. Los recambios de la bici los tiene que pedir a Portugal y el pan lo mandan también desde Francia para él.


Estos sitios tienen encanto pero pocos servicios, es lo que tiene. Nosotros los europeos estamos acostumbrados a bajar a la puerta de la calle y tener de todo al abasto.

La velada con buena música y viendo fotos en la pantalla de las islas de por aquí mientras suena la dulce sintonía de la música caboverdiana en disco……………………..¡Pura vida¡

No me quiero dejar en el tintero la visita que hicimos por la tarde a Ciudad Velha. Era la capital de Cabo Verde en el pasado hasta que se traslado a Praia.

Es patrimonio de la UNESCO, un lindo sitio donde pasar unas horas viendo como disfrutan en el mar los niños y no tan niños. disfrutando de su amabilidad.


¡Son preciosos estos chavales¡

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