jueves, 19 de julio de 2012

8/3/2012 El pálpito de la ciudad desde el corazón de Corcovado, Rio de Janeiro



No tiene desperdicio esta ciudad, la veas desde donde la veas es hermosa.

Las vistas desde Corcovado son generosas, se puede observar todo el entorno, las playas, los montes que la rodean, los islotes en la lejanía………………..En fin, lo dicho, no tiene desperdicio. Si un día me pierdo en alguna ciudad buscarme en esta.

Mi sensación desde esta maravilla reconocida universalmente es que además de las preciosas vistas, debo destacar la belleza del bosque espeso y frondoso que forma este monte solo herido por la cicatriz que le deja las vías del tren que asciende rompiendo la espesura de su vegetación.

Se ha producido un fenómeno colectivo en mi vagón que me ha hecho reír (ya me hacía falta) y es que de tanto en tanto, de entre la espesa vegetación por donde discurría nuestro trayecto, aparecía un claro que dejaba ver un adelanto de las vistas que nos esperaban en la cumbre.


Cuando esto sucedía se generaba un “oooooooooh” colectivo de todos los que allí estábamos, esto se fue repitiendo las tres veces que sucedió pero lo más divertido es que al final del recorrido el tren queda entre unos muros que dificultan ver nada, se generó otro sonido similar también colectivo pero con diferente tonalidad de decepción fingida que hizo que saliéramos todos del vagón entre risas……………………….Buen comienzo.

Lo más sorprendente fue la participación masiva y expontanea de gente que se desconocía.

Haciendo comparaciones siempre odiosas diré que entre la visita a Pan de Azucar del otro día y la de hoy a Corcovado, dejando aparte la impresionante imagen del Cristo, las vistas son similares pero el espacio y confort del primer día, con tumbonas de madera en amplios espacios para descansar y disfrutar de la panorámica está muchísimo mejor en Pan de Azucar.


En Corcovado, el espacio está más limitado, hay mucha gente, no hay donde pararse a disfrutar del paisaje, es mas estresante por lo que en una hora ya estaba de bajada observando que gran parte de los que subieron en mi vagón también lo hacían.

Por la tarde, en la playa de Copacabana, paseando por su blanca y fina arena mientras caía el día dejando paso a los rojos del atardecer disfruté de ver la playa con poca gente.
Cuando hay tantas sombrillas, casi unas encima de otras a pesar de sus cuatro kilómetros de longitud y su gran anchura, no permite apreciarla bien.


Mientras caminaba por la playa decidí que debo poner nuevos hitos en mis planes de viaje que me animen a sentirme tan excitada como antes.
Tal y como me decía José, mi expareja, no se me pudren las ideas en mi mente.

El Transiberiano para julio desde Moscú hasta Pekín pasando por Mongolia. Ya he sacado el billete de avión.

La información recabada de la web me gusta. Tiene que ser una pasada de aventura, nada programado de antemano, ir haciendo sobre la marcha.

Se me hace agua la boca solo de pensarlo.

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