viernes, 20 de julio de 2012

19/4/2012 Tomando el sol en la playa de Santa María, Sal





















Mi caminata por la larga playa de transparentes y turquesas aguas de buena mañana me ha vuelto a confirmar mi tesis sobre la edad de las personas que pasean a esas horas. Inserso o cercano a él, me incluyo pues yo también estaba.

Unos cuantos jóvenes cachas haciendo ejercicio en la arena me libera de la sensación de pertenecer al primer grupo y para reafirmarme como más cercana al segundo, me puse a hacer abdominales yo también en una zona discreta de la playa, es decir desértica.

Una llamada de mi amigo Dino, el de las rastas ha puesto punto final a mi casi una hora de ejercicio junto al mar (ojala pudiera ser así siempre).




















Me he encontrado con él en el muelle donde los pescadores llevan el producto de sus artes, a veces malas artes pues no solo echan la red entre dos barcazas sino que cuando ya están los peces acorralados se sumergen buceando con botellas para atrapar las piezas más grandes (eso lo supongo, desde la playa solo veo como se sumergen entre las redes el buzo).

Entre las piezas capturadas las hay de gran tamaño, creo que son atunes y deben ser de metro de largo. La cantidad de pescado expuesto en el muelle para la venta es alarmante para mí, le pregunto a Dino y me dice que estamos en la temporada baja pesca, que cada día hay tanta como hoy pero en conjunto es mucho menos que la que entra a partir de mayo.




















¡Uf¡ no entiendo como aún quedan peces en el mar, ya veremos como acaba esto con el tiempo.

He hecho un pacto con mi amigo, disfruto de su compañía y supongo que él de la mía solo si deja de hacerme proposiciones amorosas, acepta a regañadientes y como un niño pequeño se pone triste.

Me confiesa su intención de pasar el resto de la vida conmigo y me promete eterna fidelidad. Me disculpo por reírme, le explico que no quiero ofenderle pero que es absurdo, no solo le llevo 20 años que aunque él dice no tener importancia le digo que para mí sí la tiene, que además yo soy ave voladora, ya estuve enjaulada durante demasiado tiempo y ya no más.

Cree que me avergonzaría de él en Barcelona por cómo lleva el pelo, le digo que no es ese el problema pero me quedo pensativa de si tiene razón al respecto……………..No lo sé.

Creo que si me enamorase me importaría un comino su pelo, pero no es el caso y en estas circunstancias ya no es la estética la que me echa para atrás de pensarle desplazado en otro entorno.




















Voy saludando a sus amigos al estilo rasta, se chocan los puños encajando los nudillos y llevándose después el puño al corazón.

Me di un pero que muy agradable baño en el mar. Las aguas son frías pero deliciosas y trasparentes, yo haría un mix entre Brasil y Cabo Verde. Del primero cogería la vegetación y el paisaje y del segundo sus gentes y su agua de mar.

Por la tarde fuimos a pasear, decididamente creo que se ha enamorado, no deja de jurarme que quiere estar conmigo, me mira con ojos muy tiernos, se desespera y se enfada si cree que no le creo.

Debe ser así porque me ha presentado a un amigo de Senegal que estaba como un tren de guapo, de alto, de cachas, en fin muy bien. Cuando hemos salido de su tienda. Dino se ha puesto celoso, estaba pensativo y no me hablaba cuando tras preguntarme que me había parecido su amigo le he dicho que muy atractivo.

















Durante la cena no ha parado de preguntarme si había tenido relaciones con otros hombres en mi viaje, primero lo he tomado a broma pero cada vez estaba más inquisidor y celoso.

 La situación me ha parecido tan desproporcionada que he empezado a temer que vaya en serio todas sus proposiciones de “contigo para siempre”.

Las vivencias de estas dos horas paseando con mi amigo han sido muy fuertes, me han hecho sentir en carne propia el papel de la mujer por estas tierras pero ahora estoy cansada y quiero dormir, mañana escribiré en este diario mis impresiones.


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