viernes, 20 de julio de 2012

12/4/2012 Punta del Sol, Santo Antao



Ha sido muy interesante reseguir, en la medida que daba mi comprensión de su idioma (no es bien, bien portugués, es algo diferente, es criolo), la conversación que llevaban en el colectivo el chofer con dos pasajeros a todas luces conocidos suyos.

Estaban todos muy airados y hablaban con vehemencia quejándose de lo que parece ser una ley que les va a obligar a los choferes de colectivos a asistir a unos cursos de formación que incluye el conocimiento de idiomas.

No solo se quejaban de lo que representaba para ellos ponerse a estudiar y examinarse a estas alturas si no que lo que más les dolía era que esa formación tenía que ser pagada por ellos.


Me hice cargo de lo duro de la situación y lo que debe desestabilizar su microcosmos, reconozco que todo lo que sea incrementar conocimientos es positivo pero creo que debería hacerse sin carácter retroactivo.

Me explico, los que ya están en ese trabajo desde hace muchos años deberían permitírseles continuar en ello sin más, si hasta ahora no les ha dado problemas pueden continuar así, no veo porque no.

Los nuevos que quieran acceder a esas funciones se les tendría que aplicar la normativa pero ayudarles económicamente a sacar con éxito esos requisitos que pueden mejorar notablemente la imagen turística del país.


Bueno, pues eso me tuvo entretenida todo el camino hasta llegar a punta del Sol. Sito de pescadores agradable aunque hoy muy ventoso amenazando lluvia.

Como el clima está inestable he decidido tomar de nuevo el ferry para volver a Sao Vicente, allí tengo más actividades a hacer no condicionadas por él.


Nada más llegar me he puesto en contacto con el couchsurfista José. Ha resultado un gran acierto, me he divertido muchísimo toda la noche.

Empezamos en el Café Lisboa regentado por un amable y atractivo caboverdiano de 55 años que aparenta 10 menos. Lo que tiene el color de la piel, no se le nota ninguna arruga.

Empezaron a tocar la guitarra con ritmos de la isla llenos de armonías y ritmo más allá de lo convencional.

Mi anfitrión cantando con esa voz y esas modulaciones que solo los negros poseen el secreto en sus genes.

El que tocaba la guitarra era un prodigio, las canciones picantes que nos hacían reír al verlos reír pues cantaban en criollo.


Vinieron un grupo de jóvenes franceses que se unieron a la juerga. Cuando ya tenían que cerrar fuimos a bailar a un bonito local que no recuerdo el nombre donde se iban turnando diferentes cantantes a cual mejor.

Estuvimos bailando esos ritmos tan sensuales y la noche no la acabé hasta las ocho de la mañana que con el fabuloso desayuno que me prepararon en mi hotel me fui a dormir.

Mañana me trasladaré a casa de mi anfitrión el couchsurfista José que es un joven delicioso, muy cariñoso.

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