viernes, 20 de julio de 2012

18/3/2012 En ferry a Salvador, Bahía



No he sabido que llegaría a Salvador en barco hasta el mismo momento de embarcar. 
Estaba convencida que tenía que coger el bus en Bon Despacho, donde me dejó el que tomé en Itacaré.
Este fenómeno de falta de información está producido por dos hechos que hacen que vaya despistada como nunca antes.
Por un lado, mi guía de Lonely Planet deja mucho que desear en minuciosidad de información, cosa que no sucedió en Asia que la información era exhaustiva y veraz. 

Debo justificarlos por el hecho que en Asia llevaba una guía por país y en Sudamérica lo tengo todo en un solo libro por lo que la información está comprensiblemente muy mermada.


Por otro lado me he dado cuenta que los brasileños siendo en esencia súper amables, son poco comunicativos e incluso algo esquivos, me explico.
En su mayoría no hablan más lengua que la suya y aunque el español es muy afín y entendible si se habla despacio con intención de entender y ser entendidos.
Hay un miedo o complejo a no comprender lo que se les dice que los retrae y noto que me evitan el dialogo.


Esto lo baso en el hecho que cuando he logrado romper ese temor o escrúpulo y me he hecho entender, diciéndoles a su vez que les comprendía, las facies se relajaban, me daban las gracias muy efusivamente a pesar que era yo la que estaba recabando información por lo que debería ser yo la que diera las gracias.

Así pues que cuando compré el billete de bus a Salvador me lo dieron para Bon Despacho, cuando me di cuenta pregunté si allí tenía que tomar otro bus, me dijeron más o menos que sí pero sin quedar claro que no era bus sino que era ferry.

En principio no tiene la menor importancia si no fuera porque esta actitud la encuentro también cuando quiero comunicarme con ellos para departir un rato y entrar en su mundo, me rehúyen discretamente.


En la sala de espera de lo que yo creía que era del bus resultando ser del ferry se armó un gran alboroto poniéndose a gritar, silbar y emitir toda clase de sonidos estridentes todo el mundo a la vez.
De entrada quedé sorprendidísima sin saber qué actitud tomar ante eso.
Viendo que también chillaban madres y padres con niños en brazos y estos estaban tranquilísimos llegué a la conclusión que no debía asustarme.
Como el estruendo seguía intenté averiguar a donde era dirigido tanto escándalo, por fin vi la pantalla de televisión en lo alto emitiendo un partido de futbol.


En esos momentos nos abrieron las puertas para a través de un túnel llegar al que sería el ferry.

Durante la procesión por el túnel los pitidos, gritos y más sonidos continuaron con gran divertimento por parte de sus autores y desagrado e incomodidad por mi parte ya que el sonido retumbaba por la acústica del local de manera muy desagradable.
Decidí que la única manera útil de contrarrestar ese incordio era colaborando con él.

En el ferry continuó la juerga. Me gustó observar por un lado lo que estaban todos disfrutando, lo alegres y risueños que se les veía y por otra el pensar que a mí, sobrepasado el susto inicial y superando la molestia auditiva, me era grato y cercano.


Como siempre mi infancia pidiendo paso, recordando lo muy bulleros que éramos cuando éramos pobres.................................pero divertidos.

El hostal de Salvador me gusta mucho, hay buen ambiente y nuevamente tengo compañeros de habitación con los que hablar y escuchar.
En el de Itacaré estaba sola en la habitación, tiene sus ventajas pero también sus inconvenientes, prefiero compartir, sobre todo ahora que estoy algo cerrada y melancólica.

El pensamiento de mi hermano Jos me llega cuando bajo la guardia llenándome los ojos de lágrimas y la garganta de nudos.

Y mañana espero contactar con quien me oriente sobre cómo poder entrar y conocer el candomblé.

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