jueves, 19 de julio de 2012

2/2/2012 El azar decide, Valparaiso



Como Duarte he tenido problemas con el bus y no llegará hasta mañana, no quiero que me pase como en Tailandia que por esperar a alguien me quedé sin ir donde quería, he decidido irme hoy a Valparaíso y volver a la noche si no me gusta o mañana si es muy interesante.

La ciudad está junto un gran puerto mercante, hay un núcleo urbano junto al puerto estando rodeado de cerros por todas partes menos por el mar, claro. Las casas y consecuentemente calles ascienden por estos hasta la cima.


Hay lo que llaman ascensores que son parecidos a los funiculares con un diseño ligeramente diferente, que ayudan a ascender los primeros tramos, creo que no superan más de 50 metros pero algo es algo, el resto se ha de hacer caminando con calles empinadas.

Hay tendencia a pintar las fachadas de colores alegres y en determinadas áreas se estila pintarlas con dibujos tipo comic, los hay de muy llamativos.

Las vistas desde los cerros de la ciudad y del puerto es muy agradable.


Me encontré en el camino, saliendo del ascensor Reina Victoria que sube el cerro Alegre, un restaurante con un aspecto muy agradable, al leer el nombre Filou de Montpellier me acordé que Sandra, la alemana del backpacker la Casa Roja me habló de él diciendo que se comía estupendamente.

Era verdad, comí genial unos moluscos marinados con una salsa muy liquida exquisita de cerveza, vino blanco y como plato principal filete de reineta a la plancha con salsa de mango al suvignon y de postres banana Split con helado. Para chuparse los dedos.


Tras esta maravillosa comida seguí mi recorrido por las calles de la ciudad admirando sus fachadas.
Decidí coger el bus de vuelta después de subir el cerro artillería pues ya me hbia hecho una buena idea de cómo es la ciudad pero en la cola de espera todo cambió.
El encuentro fortuito con Robert, alemán afincado en Los Angeles, California cambió todos mis planes.


Estaba en la cola de ascenso al ascensor pero no parecía muy convencido de subir, le pregunté si estaba haciendo cola para colocarme tras él.
Me digo que dependía de lo que hubiera arriba a lo que le contesté que ni idea pero tenía que estar bien por la cola que había.
Estuvo de acuerdo y subimos juntos.
A partir de ese momento fue un reír constante de sus ocurrencias o las mías, un ambiente muy distendido, pasamos el resto de la tarde como si nos conociéramos de toda la vida.


Me sorprende que a pesar de que habla muy rápido le entiendo perfectamente, por algo yo estudié inglés americano, el inglés de Inglaterra me cuesta más y el de Australia es endiablado.

Es la primera persona que me encuentro que camina más rápido que yo.

Tomamos unas cervezas en una hermosa terraza en el cerro cordillera, después un vino blanco exquisito en la plaza Sotomayor y finalmente me decidí a quedarme a dormir en esta ciudad donde disfrutamos de una exquisita cena en el mejor restaurante y con mejores vistas en el cerro Bellavista.


Robert es un joven de 38 años ingeniero electrónico que viaja mucho pues su compañía lleva el control de las comunicaciones en barcos, eso hace que tenga que ir a muchos sitios navegando.

Hizo las prácticas de su carrera en un hospital con los quipos electrónicos del mismo, me contaba que le confundían con estudiante de medicina los pacientes lo que le hacía mucha gracia puesto que es una profesión que le hubiera gustado hacer.
Dice que en los barcos no hay médicos y muchas veces han acudido a él para algunos remedios.

Lo que empezó como una escapada a Valparaiso acabó siendo una visita gastronómica de primera acompañada de una amable y cariñosa persona que dejará un hermoso recuerdo en mí.

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