viernes, 20 de julio de 2012

25/3/2012 Nadando entre delfines, Praia Pipa, Rio Grande do Norte.



Tempranito me he llegado a la playa de los delfines gracias a la marea baja ya que en marea alta solo se puede acceder con barca.
Me he puesto a nadar en estas aguas templadas pero no lo suficientemente claras ni transparentes, me extraña.
Al poco rato he visto varios delfines nadando alrededor mio, no se acercaban demasiado, mas o menos a metro y medio pero lo suficiente como para acelerar el corazón.


Un grupo de bañistas tomaban fotos desde la orilla y otros se aventuraban al mar pero guardando distancia.
Eso me llevó a pensar o que les tenían miedo o que yo soy demasiado confiada ¿inconsciente? Pero era la única que estaba entre ellos.

Desde la tumbona que alquilé para poder disfrutar de su vista con tiempo vi como de tanto en tanto daban saltos o piruetas fuera del agua las que no llegue a fotografiar por reaccionar siempre demasiado tarde a disparar.

Sería una pésima cazadora, embelesada por la belleza del animal olvido el objetivo.


Se fueron acercando barcos con turistas para verlos desde cerca, vi que muchos de ellos se tiraban a nadar con los delfines por lo que llegué a la conclusión de que no es que sea muy atrevida, solo que se nadar y posiblemente los de la playa solo se introducían hasta donde aún hacían pié.

La mañana ha discurrido lentamente bajo el amparo de mi sombrilla y tomando coco helado.

La belleza de estas playas está en los delfines pero también en los grandes acantilados que hacen de pared a la playa, por encima acaba el bosque abruptamente.

He tenido una melancolía tierna que me ha hecho llorar mientras pensaba en anécdotas y vivencias con mi hermano. 
Esta vez no me he reprimido, he dejado rienda suelta a la tristeza y llanto, creo que me equivoco tratando de evitarlo, debo dar tiempo al tiempo sin negarme la posibilidad de estar triste a pesar de la belleza que me envuelve.


Por la tarde he conocido a una catalana que vive aquí, se llama Eli, trabaja en un restaurante de Pipa, tiene caducado el visado de estancia pero le da igual, me ha dicho que si quieres quedarte como ilegal no pasa nada, solo que al salir del país te ponen una multa de 800 reales pero la cantidad es la misma si te sobrepasas por un día como por un año.
Ella lo tiene claro.

Me gusta el ritmo pausado, indolente, parsimonioso que se palpa en este pueblo. Me invaden olores marinos mezcladas con olores frutales y la de tierra húmeda que asciende tras la pequeña llovizna que ha servido para refrescar.

Mi hostal es tan maravilloso y bien dotado como el de Olinda, con albergues así no sé porque la gente se va a hoteles.
En estos momentos estoy en el jardín, junto a la piscina, con buena música sonando en el altavoz mientras escribo, reposada tras un día de mucho nadar y mucha playa.

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