viernes, 20 de julio de 2012

28/3/2012 Correcaminos de nuevo en marcha, Fortaleza, Ceará



Este es el apodo que tenía cuando trabajaba en el Hospital Clínico de Barcelona como auxiliar para poder vivir y pagar mis estudios de Medicina.
El motivo era que repartía los análisis por la noche (ese era mi turno ya que de día iba a clases) de de sala en sala.

El hospital es muy grande pero me lo recorría, si hacía falta en menos de una hora con gran sorpresa de la supervisora que lo tenía conometrado en 2h yendo muy rápido.

La mayoría de veces no era necesario ir tan aprisa y me quedaba charlando o tomando cava si había algo que celebrar, esa era la suerte de pasar por todos los servicios, siempre habia celebración si no era en uno era en otro, conocía a todo el mundo y todos me conocían a mí.

Bien, pues haciendo honor al merecido apodo de mis años de estudiante, vuelvo a la carretera, esta vez para cubrir la distancia que me separa de Fortaleza donde mañana tomaré vuelo hacia Cabo Verde.


Con el sueño enganchado en los ojos, después de hacer los honores al desayuno que ya presiento que añoraré cuando salga de este país del Edén, tomé el bus primero a Natal y luego a Fortaleza (10h de bus entre ambos).

El paisaje en el trayecto sigue siendo muy verde, selvático en gran proporción. Es admirable lo poblado y aún bien conservado entorno en este enorme país.

Entrecerrando los ojos puedo imaginar cómo sería cuando llegaron los portugueses por primera vez en sus exploraciones por estas tierras.
Imagino que sin carreteras para circular por estos bosques no debio de ser muy fácil.


Esta mañana no he querido despertar a Steeve para despedirme. Mejor así, no se me dan bien las despedidas emotivas, me ponen nerviosa.

Mientras desayunaba han venido a visitarme la familia de simios diminutos que ignoro como se llaman pero lo buscaré en la web, son muy pequeños y los hijos parecen ratitas. 
Acuden todas las mañanas porque la cocinera les da fruta, no me extraña yo haría lo mismo.

Fortaleza es una ciudad con coches ruidos polución y semáforos. Da una desagradable impresión cuando teniendo aún las retinas impregnadas de playa, pueblecitos en medio de la vegetación y gente caminando sin necesidad de vehículos, llegar a la gran urbe, es como un bofetón a los sentidos inesperado.


No veré demasiado porque he llegado que ya era de noche y mañana solo tendré pocas horas, aunque intuyo que no me pierdo nada especial.

He tomado una posada junto rodoviaria, no había mucho para escoger.

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