viernes, 20 de julio de 2012

31/3/2012 Recorriendo la isla, Trrafal y Calheta, Santiago



Anoche llegó una nueva huésped a casa de Guilles, es catalana, se llama Agnes y es muy simpática.
Hoy hemos decidido hacer una excursión por la isla con el trasporte que usan los lugareños ya que no existe red de transporte público.
En concreto se trata de furgonetas adaptadas para llevar pasajeros y las llaman “hiate” no salen hasta que no han ocupado toda su capacidad y por el camino recogen a más gente apretujando a los pasajeros, por suerte íbamos delante y no nos hemos librado del overbooking.


En dos horas ha recorrido el trayecto de 80 km entre Praia y el extremo opuesto de la isla, Tarrafal. El trayecto ha discurrido entre montañas subiendo y bajando con una carretera serpenteante en bastante buen estado.
Durante el recorrido he podido observar la vida cotidiana que discurre fuera de las casas. Son pequeñas, de poca calidad de material de construcción por lo que adivino calurosas o frías según el tiempo que impere.


En parte este hecho beneficia al visitante ya que la gente vive en el exterior de las casas lo que da mucho ambiente y colorido.
La bahía de Tarrafal me ha gustado muchísimo y su gente más.
La acogida de sus habitantes ha sido cariñosa y divertida, no han parado de pedirnos que les hiciéramos fotos, nos han besado, abrazado y reído con nosotras, ¡alucinante¡


En la playa estaban las barcas de los pescadores que venían de faenar con todas las mujeres rodeando el botín en espera de llevarse las mejores piezas al mejor precio.
Ha sido un jolgorio con la gente alrededor aceptando de nuestra presencia de buen grado.


Hemos comido en un restaurante que juraría que era el único frente al mar. Agnes se ha bañado en el mar, yo no pensé en llevar el bikini por lo que me conformé con estar en la arena con unos chavalines muy simpáticos.
Da gusto ver a los chavales jugando en la playa, serán pobres pero poseen el paraíso.


Por la noche hemos salido al teatro con Guilles, un espectáculo muy divertido promocionado por el Instituto Francés en Cabo Verde.
Como estuve en la fiesta de ayer ya conozco a mucha gente que me saluda como si fuéramos viejos amigos. Es un grupo de gente muy apacible, deliciosa, con actividades interesantes.
He reído mucho con el espectáculo. Después hemos ido a cenar a un restaurante con música en vivo de gran calidad. En cabo Verde todo el mundo sabe tocar algún instrumento y/o cantar, lo llevan en los genes.
He tenido mucha suerte con mi anfitrión, me ha incorporado a su círculo de amigos. Mañana domingo saldremos de excursión con las bicicletas.

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