viernes, 20 de julio de 2012

14/3/2012 Caminando por Porto Seguro, Bahia



El día ha comenzado temprano para mí tras las trece horas dormidas ayer.
He visitado la ciudad antigua en una colina desde donde se domina la visión del puerto en su unión con el rio y una parte de los 85km de playa que posee este paraje.
Pretendía ir en bus pero hay una serie de autos que se dedican a recoger a los pasajeros que están esperando en las paradas y los llevan por menos dinero. Eso me pasó ayer en la estación de buses en rodoviaria y hoy también por lo que creo que debe ser habitual.


La Ciudade Histórica es el pueblo primigenio de este enclave portuario, desde allí y con cañones apuntando a la llegada de posibles navíos enemigos, la visión es excelente.
El pueblo de casas bajas de una sola planta y colores alegres no se diferencia mucho del actual, abajo, junto al mar. Las vistas de la playa son panorámicas,


Las playas siguen el litoral del mar cercadas por abundantes palmeras que las llenan de exotismo. Lo que no veo tan atractivo es el color del mar. Es oscuro, algo verdoso más que azul y con arena revuelta con las olas que no son muy grandes lo que me da la impresión de que no debe haber lo que se dice mar revuelto. Es posible que no siempre tenga este color pues las fotos que he visto de este lugar presentaban playas de agua casi turquesa.
Tras la visita a la ciudad histórica me he ido a caminar por las largas playas mientras me mojaba los pies lo que me resultó muy agradable.


Por el camino se ha unido a mi paso un bello mulato vendedor de helados muy simpático con una sonrisa muy atractiva. 
Me ha estado preguntando cosas sobre mí, de mis novios y vida personal pero como lo que más me gusta es saber cosas de los demás cambié de tercio siendo yo la que preguntaba. 
Me dijo que estaba viviendo sin casar con una mujer con la que tenía dos hijos varones de uno y otro de tres años.
Tras más de una hora de caminar juntos en detrimento de su negocio, me dijo que me acompañaba hasta donde yo fuera, que me quedara a vivir allí, que él tenía dos casas, una sería para mí y que él me llevaría la comida que yo no tendría que hacer nada, solo broncearme disfrutando de la playa.


Sorprendida de lo mucho que deja un puesto ambulante de helados y de lo divertido de su propuesta le comuniqué que eso no era posible-
Me preguntó si yo creía que si me quedaba más tiempo llegaríamos a enamorarnos a lo que le contesté que no, le hice ver que yo tenía treinta años más que él y que además yo no quería enamorarme de nadie.


Viendo que ya el tema estaba candente, me despedí con la escusa de ir a comer a un chiringuito de la playa dándole la mano, me pidió un beso en la boca que le negué pese a ser consciente que me perdía con ello algo sabroso pero no tengo el cuerpo jotero ni ganas de ligue.

Como siempre me sorprende por una parte que les guste a los muy jóvenes las maduras y por otra los argumentos que emplean para convencer que en esencia son similares siempre, sean de donde sean ellos.

C         Comiendo en un chiringuito de la playa me acordaba de las veces que íbamos toda la familia (parecíamos la Familia Trap del TBO), a comer paella a la playa de la Barceloneta, para aquel entonces era una gran excursión de domingo.
Acompañando a la comida, la sangría o los vasos de vino tinto con gaseosa. Un día bebí, supongo más de uno, me emborrache y me fui al mar a saltar olas.
Lo recuerdo por lo anormal del caso, yo solía beber solo la gaseosa pero ese día tomé vino. En las ocasiones que lo he evocado he pensado en lo peligroso de la situación y lo inconscientes que eran los mayores dejando a una chavalina de pocos años irse al mar tras beber vino.

Mi posada en esta ciudad es muy divertida, a las seis de la tarde montan una paradita de botijos (algo parecido) de cerámica en la puerta mientras ellos (tres hombres y una mujer) juegan a cartas dentro, con la puerta abierta por si se para algún comprador.

La ciudad se despierta a partir de esa hora.

Todos los puestos de venta, tanto ambulante en carritos como en las tiendas, se abren recobrando la vida que no se observa durante el día que parece una ciudad fantasma con todo cerrado y con la gente en la playa.

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