Me despido de mi hostel haciendo una foto se la piscina donde he pasado tan buenos ratos con la compañía de los otros huéspedes.
Ya es verano en España y empieza el invierno en Australia. Voy dejando atrás el frió, a medida que va bajando la temperatura, cual ave migratoria voy alejándome de él en busca de lugares más templados.
He visto por Internet las fotos de mis amigos Pam y Miguel que ya están en Bali, parece un bonito lugar pero pobre. Espero que no me afecte en mi estado anímico ya que es excelente en la actualidad.
Esta mañana ha pasado a recogerme por el hotel Paul y su perro Zak a las 7.30h de la mañana.
Me llamó anoche y me dijo que estaba libre desde las siete y no fui capaz de decirle que pasara por lo menos a las ocho. La verdad es que me da igual pues a las seis y media ya estaba despierta, no duermo más de siete horas aunque seguidas, me siento muy descansada.
Hemos ido a desayunar juntos, esta vez he insistido en pagar yo.
El paseo por los jardines del Bicentenario me han hecho acordarme de David pues allí pasamos muchos ratos juntos.
Durante las cuatro horas con Paul la conversación ha sido variada y amena. Entre los muchos temas abordados me ha llamado la atención la esperanza que tiene depositada en una nueva tecnología a caballo entre la robótica y la medicina que consiste en la implantación de unos sensores cerebrales que eluden la función de los ojos para hacer llegar al cerebro la visión de las cosas sin necesidad de ellos.
Dice que será el Ferrari de los ciegos y que espera tener suficiente dinero ahorrado para comprárselo. Me gusta que esté ilusionado con la posibilidad de volver a ver, eso da mucho sentido a la lucha por seguir adelante pese a la adversidad de la pérdida de la visión…………¡Bien por Paul¡
Dice que será el Ferrari de los ciegos y que espera tener suficiente dinero ahorrado para comprárselo. Me gusta que esté ilusionado con la posibilidad de volver a ver, eso da mucho sentido a la lucha por seguir adelante pese a la adversidad de la pérdida de la visión…………¡Bien por Paul¡
He ido al aeropuerto a las tres de la tarde, mi vuelo es a las siete y media. Tenía mucho tiempo por delante pero me conecté, había wifi libre, se me ha pasado el tiempo que casi pierdo el avión sobre todo porque estaba David conectado a skype. Hemos estado hablando, cuando me he querido dar cuenta estaban llamando para el embarque.
David está muy interesado en que le diga si va a ir mi hijo a Bali a verme, creo que tiene pensamiento de venir él. Espero que no, una tercera despedida puede ser demasiado pero me alegro de que no está enfadado conmigo por no haber aceptado ir con él de camping.
He estado ojeando un mapa de Australia que está formada por cinco estados, yo he estado en tres de ellos que son:
-
New south Wales Victoria donde está Sidney, Blue Montains y alrededores en donde estuve la primera semana.
New south Wales Victoria donde está Sidney, Blue Montains y alrededores en donde estuve la primera semana.
- South Australia donde está Adelaide y toda la zona sur de “no where” por donde viajé durante 10 días.
- Northern Teritory donde está, la zona norte de la expedición de 10 días Alice Springs, Catherine, Darwing y sus parques nacionales que visité.
- Los dos que no he visitado que son:
- Western Australia
Queensland
En el aeropuerto me he encontrado con Nancy, la canadiense de mi habitación con la que fui a bailar salsa. Es un encanto de mujer que los tiene bien puestos, aún recuerdo con que gracia se enfrentó al cachas que quería quitarnos de encima a los aborígenes. Me dijo que estaba muy sensibilizada con ese tema pues en su país pasa lo mismo con los indios.
La entrada a la sala de embarque internacional del aeropuerto de Darwin es la monda, entras directamente en la tienda duty free y de allí pasas a la sala de espera(¿).
Ya en el avión estuve hablando con una mujer de Darwin que viaja a Bali con mucha frecuencia, su pareja viaja en avión diferente……..No hace falta preguntar por qué. Fue muy agradable la conversación y llegué a la grata conclusión de que ya no me cuesta nada entender a los australianos.
Al llegar al aeropuerto de Bali hice cola para comprar la visa de entrada, era la última. Se me acerca un joven con una tarjeta colgando del cuello (no llegué a leerla) que me dice casi al oído si viajaba sola, le dije que sí y me dice que vaya con él que me colaría. La manera de hablar y la incoherencia del hecho me llevó a decirle que no, que no tenía ninguna prisa, insistió pero sospeché que quería algo, no sé qué pero por si acaso no fui con él.
Pasada la aduana, otra cola, llego a la cinta del equipaje, no veo mi maleta. Las habían recogido todas.
Miro alrededor y veo a otro joven, también con un carné colgado al cuello, la tenia cogida, le dije que era mía y me dijo que le acompañase sin soltar la maleta a pesar de que yo intenté cogerla.
Como había leído en la cola del pasaporte “pena de muerte” así tal cual “si se lleva droga”, se me encogió el estómago , haciendo esfuerzos por recordar si había dejado la maleta fuera de mi vigilancia en algún momento.
Le seguí y la puso en la maquina escáner, en ese momento ya no había nadie más y no estaba segura de si eso era solo con mi maleta o con todas. Al querer recogerla al otro lado de la máquina de escáner, se adelantó cogiéndola él a lo que le dije algo airada si pasaba algo con mi maleta. Ante mi cara de sargento me enseña el carne que lleva colgando le que autorizaba como maletero. Un suspiro interno de alivio y un “no necesito ayuda, gracias” puso fin a la pena de muerte.
Ya repuesta del susto y en posesión de mi maleta, me quedo maravillada, al salir de la zona de equipaje había un pasillo con un montón de oficinas de cambio de moneda, todas iguales, del mismo tamaño (1x1mts.)con una bella señorita muy pintada en cada una de las cabinas, viéndose solo el medio cuerpo superior tras un cristal como en peceras, con una amplia sonrisa y gesticulando con las manos invitándome a que me acerara a cambiar.
Es sorprendente porque parece como aquellos espejos que se refleja la misma imagen hasta el infinito, esa es la impresión que me dieron, realmente daban ganas de salir corriendo.
Ya en la salida el chofer del hotel donde me alojo me recogió, llevaba un letrero con mi nombre.
En el aeropuerto me he encontrado con Nancy, la canadiense de mi habitación con la que fui a bailar salsa. Es un encanto de mujer que los tiene bien puestos, aún recuerdo con que gracia se enfrentó al cachas que quería quitarnos de encima a los aborígenes. Me dijo que estaba muy sensibilizada con ese tema pues en su país pasa lo mismo con los indios.
La entrada a la sala de embarque internacional del aeropuerto de Darwin es la monda, entras directamente en la tienda duty free y de allí pasas a la sala de espera(¿).
Ya en el avión estuve hablando con una mujer de Darwin que viaja a Bali con mucha frecuencia, su pareja viaja en avión diferente……..No hace falta preguntar por qué. Fue muy agradable la conversación y llegué a la grata conclusión de que ya no me cuesta nada entender a los australianos.
Al llegar al aeropuerto de Bali hice cola para comprar la visa de entrada, era la última. Se me acerca un joven con una tarjeta colgando del cuello (no llegué a leerla) que me dice casi al oído si viajaba sola, le dije que sí y me dice que vaya con él que me colaría. La manera de hablar y la incoherencia del hecho me llevó a decirle que no, que no tenía ninguna prisa, insistió pero sospeché que quería algo, no sé qué pero por si acaso no fui con él.
Pasada la aduana, otra cola, llego a la cinta del equipaje, no veo mi maleta. Las habían recogido todas.
Miro alrededor y veo a otro joven, también con un carné colgado al cuello, la tenia cogida, le dije que era mía y me dijo que le acompañase sin soltar la maleta a pesar de que yo intenté cogerla.
Como había leído en la cola del pasaporte “pena de muerte” así tal cual “si se lleva droga”, se me encogió el estómago , haciendo esfuerzos por recordar si había dejado la maleta fuera de mi vigilancia en algún momento.
Le seguí y la puso en la maquina escáner, en ese momento ya no había nadie más y no estaba segura de si eso era solo con mi maleta o con todas. Al querer recogerla al otro lado de la máquina de escáner, se adelantó cogiéndola él a lo que le dije algo airada si pasaba algo con mi maleta. Ante mi cara de sargento me enseña el carne que lleva colgando le que autorizaba como maletero. Un suspiro interno de alivio y un “no necesito ayuda, gracias” puso fin a la pena de muerte.
Ya repuesta del susto y en posesión de mi maleta, me quedo maravillada, al salir de la zona de equipaje había un pasillo con un montón de oficinas de cambio de moneda, todas iguales, del mismo tamaño (1x1mts.)con una bella señorita muy pintada en cada una de las cabinas, viéndose solo el medio cuerpo superior tras un cristal como en peceras, con una amplia sonrisa y gesticulando con las manos invitándome a que me acerara a cambiar.
Es sorprendente porque parece como aquellos espejos que se refleja la misma imagen hasta el infinito, esa es la impresión que me dieron, realmente daban ganas de salir corriendo.
Ya en la salida el chofer del hotel donde me alojo me recogió, llevaba un letrero con mi nombre.
Esta es la puerta de mi habitación.
El hotel es un templo familiar con esos techos de tejas con adornos hacia el cielo en las esquinas que le dan un aire arqueado.
Mi habitación con puertas de madera labrada y dorados, mi cama de 2X2 metros, Yacusi en el baño…….Vaya cambio, no sé si voy a acostumbrarme.