jueves, 19 de julio de 2012

21/11/2011 Rurrenabaque, Cuenca del Amazonas


Esta pequeña ciudad es preciosa, a las orillas del río Bení con casas de una sola planta, calles anchas y cuadriculadas tipo ensanche de Barcelona y un calor que ya echaba en falta. Me he quitado todas las capas de lana de alpaca que compré en Cuzco para resguardarme de las frías noches en el altiplano.
En mi hotel me ha recibido una víbora de un palmo más o menos en la recepción con la dueña gritando y las camareras armadas de escobas y palos intentando sacarla. De entrada me ha parecido desproporcionado tanto escándalo para tan poca cosa, ¡ni que fuera una anaconda¡, luego he pensado que no por pequeña es menos peligrosa ya que la ponzoña de su veneno puede ser mortal.
Lo primero que he hecho después de la experiencia del bus de ayer es contactar con la compañía aérea que me sacará de aquí en avión.
Una curiosidad, para conseguir una tarjeta sim para mi teléfono tengo que haber votado. Si como suena, los que no votan no pueden adquirir teléfonos celulares ni tarjetas prepago.
Les he dicho si servía votar en España, a lo que me han dicho que no. Menos mal, pues no voté ayer que hubieron elecciones.
Ya tengo noticias por mi hijo que los impresentables del PP van a hacer de su capa un sayo con esa mayoría absoluta que no se merecen ya que pienso que sus votos son un castigo al PSOE y no porque crean en ellos.
(Lluís me ha mandado unos links sobre publicaciones en diarios donde hacen referencia a él y sus observaciones sobre las elecciones……………………¡Que orgullosa me siento de ese mocoso¡)
Parece ser que si soy extranjera si puedo conseguir esas tarjetas sim sin votar pero solo en las grandes capitales donde debo registrarme directamente.
Otra curiosidad, ayer, mientras iba a la estación de buses en La Paz me llamó la atención que habían colgados fetos de alpaca disecados en los comercios donde también vendían hiervas medicinales y flores de ofrendas. Pregunté a un vendedor que me ilustró sobre el tema.
Resulta que esos fetos se incineran como ofrenda para las fiestas patronales de la Virgen. Viéndolos así colgados y expuestos me pareció tétrico. Claro, que al parecer esa zona era el mercado de la brujería según mi guía.

La comida la tomé en un restaurante junto al rio. Pescado fresco. El plato se llama pescado mojado. Le he preguntado el nombre del pez en cuestión y me ha hecho gracia que me dijera que era un “pacu”.
Al oír ese nombre del pez los recuerdos se agolparon en mi mente pidiendo paso.

Fue un pacu lo que me dijeron que pescamos en mi estancia en la selva amazónica de Ecuador hace años. Yo creí que era un nombre que le daba el guía que era indígena pero veo que si se llama así y debe ser frecuente en las aguas de la amazonia.

El que pescamos nosotros allí, se lo quería llevar el guía para su casa ya que era el último día de estancia y no íbamos a comerlo como solíamos hacer con lo que pescábamos.
Para su conservación solo se le ocurrió dejarlo con el anzuelo clavado y vivo atado a nuestra barca.
Parece mentira que fuera un indígena nacido en la selva. Como era de esperar al día siguiente solo quedaba del enorme pacu la espina. Las pirañas se habían deleitado con nuestra pesca.

Y no es que no supiera que había pirañas pues el rio lleva el nombre de piraña en lengua local y lo que más pescamos y comimos allí eran pirañas. La verdad es que a nosotros no se nos comieron pese a que nos bañábamos en ese rio y en una laguna llamada Pañacocha (lago de pirañas), cercana, plagadita de esos famosos animalejos.

La gente boliviana parece que viva en un país comunista. No se esmeran por dar servicio lo más mínimo, procuran decirte que no tienen o no saben antes de molestarse en pensar en que les estás pidiendo o preguntando, hablan sin mirar a la cara y con desgana pero me he dado cuenta que no es solo a los turistas, también actúan así entre ellos.

A pesar de todo, este es un lugar bonito para quedarse unos días.


Paseando por el puerto he visto la barcaza que transporta a la gente hasta la otra ribera del rio que hay otro pueblo.
He estado hablando con un señor que esperaba embarcar, me ha preguntado de donde era y me ha invitado a su casa en la otra orilla.
Me ha señalado cual era, increíblemente grande y bien dotada con unas vistas envidiables. Me ha dicho que pase cuando quiera a visitarle.

Antes de ir a dormir un chaparrón para que no me olvide de que la lluvia me acompaña fielmente en todo mí viaje.

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