jueves, 19 de julio de 2012

2/12/2011 Un paisaje desconcertante, Salar de Uyuni.



Mi grupo, con el que compartiré los tres días de expedición está formado por 2 mallorquines, Jaume y Albert, ingenieros que han dejado su trabajo en busca de mejores condiciones de vida en otros países, de momento están viajando por un año y su recorrido ha sido gemelo al mio.
Dos alemanas que viajan juntas por un tiempo, Janina vuelve a casa este mes, su novio vive por motivos de trabajo en Bangkok, pasará Navidades con él. Viola sigue viaje por Argentina.
Saka es japonés, habla poco inglés pero lo suficiente para llevar conversaciones sencillas. Esta muy resfriado y estornuda y tose constantemente.
Me temo que acabaremos todos igual que él.


Nuestro todoterreno es un Toyota Cruiser muy cómodo y amplio.

Nuestro primer destino fue al cementerio de trenes, muy cerca de la ciudad donde descansan las viejas máquinas que en tiempos pasados trabajaron duramente en el transporte de minerales.
El aspecto es de abandono ya que los grafiteros no han perdonado la antigüedad de estas máquinas cubriendo la epidermis de estos monstruos de la ingeniería con dibujos y mensajes de amor.
El entorno del cementerio tampoco está muy cuidado, repleto de plásticos, agarrados en los matorrales circundantes de esta zona desértica, diseminados por el viento.


Seguidamente hemos ido a un pueblo Colchani, que vive de la extracción de sal, hacen ellos mismos el almacenaje, lavado y facturado añadiendo yodo de la sal de consumo. También hacen toda clase de artesanías a base de sal.

Ya en el salar donde estaban trabajando en su extracción, habían formado unas pirámides de sal a pico y pala que luego eran recogidos con camiones. El aspecto de estos montículos repartidos por todo el entorno no dejaba de ser curioso.

Nos adentrándonos ya en pleno salar que tiene una superficie de 12.106 Km2 y está a una altitud de 3.650 m, formaba parte de un lago salado prehistórico llamado Minchín que cubría la mayor parte del suroeste de Bolivia.


La impresión que produce los muchos kilómetros de una capa blanca con formas hexagonales dando aspecto de embaldosado es increíble, pese a que la desconcertante primera impresión la recibí ya ayer al despertar en el bus.
Fuimos circulando con el todoterreno por medio de esa blancura sin que se vean los límites, solo los volcanes con sus gamas de ocre en la lejanía nos advierten de que si que hay un final en este mar de sal.


Tras una hora y media adentrándonos en el salar llegamos a la isla del pescado, llamada así por la forma que tiene y que yo no logro verlo ni por aproximación.

Estaba repletita de cactus gigantes. Es un montículo en medio de tanta blancura. Subimos a su cima, las vistas de ensueño, grandes extensiones de sal por todos los lados con los montes muy a lo lejos.

Me quedé sentada observando tanta belleza sabiendo que era incapaz de asimilarla toda, me sentía pequeñita.


Nos sentamos en medio de esta nada blanca a hacer nuestra comida tipo picnic junto al coche, fue divertido como nos levantaba las ganas de hacer tonterías y jugar como cuando a un niño se le suelta en un espacio abierto.

Tras otra hora y media de conducir por esos parajes llegamos al extremo del salar donde estaba nuestro hotel todo él construido con adoquines de sal, las camas de sal, las mesas ídem al igual que los taburetes.
Un sitio muy original, mi habitación de lujo con cama King size y ventana al exterior, vamos, un regalo no esperado.


La tertulia reunidos alrededor de tan original mesa fue de lo más agradable y divertida.
Los mallorquines intentando comparar las formas de relacionarse en pareja de los japoneses a través de preguntas personales a Saka que respondía de forma muy ingenua y tímida pero riéndose mucho.


En esencia lo más destacado de la conversación fue saber que en Japón trabajan casi las 24h del día (exagerando pero no demasiado) y que no saben lo que es vacaciones, una semana al año puede ser lo máximo si no quieres ser despedido.
A los padres de su novia solo los conoce por Internet.
Saka nos contó que su amigo y compañero de trabajo se ahorcó hacía dos meses por tantas presiones laborales, eso le llevó a cuestionarse el continuar en la empresa decidiéndose a echarse al mundo en busca de una vida mejor.

Después de la tertulia a la cama que mañana nos espera un día intenso.

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