jueves, 19 de julio de 2012

23/11/2011…….Y salió el sol, Rurrenabaque



Un día precioso, soleado, caluroso que invita a la calma, a la indolencia, Me gustan los días así.
Espero que no cambie en los próximos cuatro días que voy al interior de la selva.

Esta mañana he ido a sacar dinero, me ha sorprendido que para sacar el número de la tanda se ha de poner el dedo pulgar en un lector de huellas digitales.

Las personas (locales) que tenía delante les han hecho estampar su huella dactilar untando el pulgar de la mano derecha en tinta de tampón por quintuplicado para recibir dinero.

No sé si es porque no saben firmar o……….no se me ocurre otra razón, será porque no saben firmar pero es chocante ya que lo han hecho los tres que tenía delante.
Se me ocurre otro motivo, puede que no tengan carnet de identidad, si, puede ser ese el motivo. Esta vez me he cortado de preguntar el motivo por no ofender.


He logrado entrar en mi correo, empiezo a recibir contestaciones de mi carta abierta, es la mejor forma de saber algo de mis amigos.
Casi unánimemente me dicen que están las cosas muy mal por ahí. Lluís me ha recomendado pasas 4 años más de viaje para evitarme la nueva etapa con el PP en el gobierno, puede ser alucinante.
Sea como sea, creo que si se pone la derecha al timón, las fieras de las fuerzas fácticas ya se encargaran de que mejore la economía.

No es que no me crea que hay una crisis, lo que no creo es que sea casual. Creo que ha sido una recogida de beneficios de las pocas familias enmascaradas bajo nombres de multinacionales incluida la banca.

Mucha gente ha perdido mucho dinero y este no se ha evaporado. Leí que tras la crisis habían aumentado (en España también) en número y en capital las personas que habían incrementado su fortuna de forma desmesurada.

Es lo malo que tiene el sistema capitalista, pero no hay otro. Y los de a pie ayudando a los bancos a salir de este bache con pérdidas millonarias en la previsión de sus ganancias. Es decir, no han perdido si no que no han llegado a donde pretendían sus previsiones. ¡Pobrecitos¡
“Ale, no lloréis que si hace falta os quedáis mi casa y os sigo pagando la hipoteca” pues eso es lo que les ha pasado a muchos y no se les cae la cara de vergüenza.

Mejor no sigo no sea que me corten la posibilidad de sacar dinero de mis ahorros. Después de lo que me pasó en Myanmar me creo que cualquier cosa es posible.


Volviendo al día de hoy me he pasado la mayor parte del día estirada en una de las muchas hamacas que hay en el jardín del hotel, a la sombra fresca de un gran techo de madera recubierto de hojas de palma secas. Es muy acogedor este sitio.

Mientras leía se me han acercado dos niñitas pidiéndome permiso para jugar por si me molestaba. Eran lugareñas, seguro que de la familia del hotel.
Hablé un rato con ellas y me he percatado de que aunque hablamos, en teoría, el mismo lenguaje no usamos los mismos parámetros de referencias ni tenemos los mismos conceptos por lo que veo que no me entienden bien.

Otra percepción mía de esta gente es que si no me entienden les da igual, contestan lo que les parece, supongo, más aproximado.
Parece como si les costara decirme que no me han entendido, eso lleva a ciertos errores, por suerte sin importancia, como dirigirme a algún sitio que no era el que yo pretendía.

Al caer la tarde he salido a dar un paseo por la periferia del pueblo, me he cruzado con gente muy amable que me ha saludado al pasar, en mi guía ya dice que la gente de la selva es más abierta que las del altiplano y parece que es verdad.


He cenado en un precioso lugar con un patio con árboles de mango enormes y música de los cincuenta con boleros de amor que me han puesto melancólica.

Me han retrotraído a las fiestas que organizaban en casa mis hermanos mayores.
Eran geniales, venían todos los amigos de ellos del barrio y los correspondientes padres sobre todo de ellas.
Los padres se reunían con los mios en el comedor mientras que los jóvenes bailaban en el salón con escapadas a la galería anexa donde los ojos de los mayores no podían ver pero los míos con escasamente cinco, seis, siete años lo veía todo.
Besos furtivos y algún achuchón con la risa nerviosa de la moza y volviendo al salón como si nada hubiera pasado.
Recuerdo también que solían acabar la fiesta con el juego de las “pañoras”. Prendas que se iban perdiendo a lo largo de la tarde por caer en falta de unas reglas impuestas por ellos, luego se debía hacer algo para recuperarlas.
La que recuerdo más atrevida era que la que había perdido la prenda debía besar un reloj de pulsera de uno de ellos que lo besaba por el otro y en el momento crítico retiraban el reloj quedando unidos por un beso en la boca que los padres hacían como si no lo vieran pues era un juego.
Se lo pasaban genial y yo también.
Me sentaba en una silla y si me preguntaban que hacía, les decía que estaba esperando que me sacaran a bailar.
Eso hacía sobre todo mi hermano Jesús que me subía en sus pies para así coordinar el baile.


A lo que iba, la cena excelente un pescado al horno “surubi al ajillo” estaba buenísimo, el restaurante se llama la Perla del Rurre pero como todo lo bueno tiene su lado malo (y viceversa), mientras comía me estaban comiendo a mí los mosquitos a pesar de llevar repelente, buscan el rincón donde no ha llegado el liquido para hacer de las suyas.

¡Odio los mosquitos¡

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