jueves, 19 de julio de 2012

25/11/2011 Chalalán, el paraíso en la selva.



Todo está a pedir de boca, no hay nada a criticar en la organización y servicios de este lodge.

En el desayuno he visto a Iván algo descolocado, les ha preguntado a las chicas que si iban a ir con él y Caroline le ha dicho que se venía conmigo, me ha sabido tan mal que le he dicho que sería conveniente que él también viniera para las explicaciones en ingles sobre todo para Yastina. Ha aceptado.

La excursión de cuatro horas selva través ha sido muy agradable.


Yo me siento como en casa. Mi infancia en Pedralbes, barrio periférico de Barcelona que para aquel entonces estaba rodeado de montañas y campos (ahora universidades) donde pasaba mis ratos de ocio, en verano sobre todo, subida en los arboles comiendo cualquier cosa que ellos me quisieran ofrecer (piñas, algarrobas, higos, almendras….) o soñando con un futuro incierto entonces y muy real ahora.

Me sorprende lo medio salvaje que me crie gracias a vivir en una zona con tanta naturaleza a mi alcance.
Estaba feliz de pasar horas subida a los arboles. Mi madre iba loca intentando exiliar de mi habitación a los muchos animalejos que convivían conmigo.
Tenía lagartijas, grillos, luciérnagas, alguna rana o sapo............................................ y un largo etc.


El día que pretendí adoptar un ratoncito de campo mi madre puso el grito en el cielo y se negó en redondo.
Nunca llegué a entender porque le daban miedo los ratones.
También me sorprendió mucho mi hermana Gloria que un día en el pueblo de Las Casas de donde era oriunda mi madre se puso a chillar como una loca y dar saltos porque habían unos ratoncitos corriendo por el corral, con lo bonitos que eran con esos ojillos como cabezas de alfiler redonditos y negros.

Hemos visto pero antes olido y oído, ya que son ruidosos rompiendo ramas y apestan que falta el aire si están cerca, a los cerdos salvajes que más parecen jabalíes.

Las plantas medicinales son muchas y variadas tomadas tanto de plantas como de arboles como uno que la corteza huele a ajo y lo usan con esta finalidad para cocinar y también como remedio curativo para las hemorragias de las parteras entre otras cosas.

Un buen baño en el rio antes de comer nos ha refrescado de la caminata.


Por la tarde como llovía nos hemos dedicado a confeccionarnos anillos y otros abalorios con semillas.

Cuando ha salido el sol hemos ido con la canoa a ver los monos haciendo eso, monadas.
Los capuchinos (omnívoros) van en manadas junto con los Chichilo amarillo que son herbívoros y muy pequeños.
De esta unión salen ambos favorecidos ya que comen diferente con lo que no hay peleas, los más grandes dan protección con su presencia a los pequeñitos y estos al andar por ramas más bajas levantan los insectos que encuentran a su paso que son comidos por los capuchinos.


Tuvimos que salir por piernas del sitio que nos habíamos apostado para la observación ya que se llegaron hasta los arboles sobre nuestras cabezas y empezaba a caer tanto frutos medio comidos como ramas secas.
Realmente son muy ruidosos y despilfarradores, al mover las ramas hacen caer muchos frutos al suelo pero además los que comen no los apuran, les dan un bocado y al suelo va, se nota que les cuesta barato.
Quizá nuestra tendencia a derrochar nos viene de cuando éramos monos.


La vuelta al campamento con el sol poniéndose tiñendo de rojo las nubes que al reflejarse en las tranquilas aguas del lago daba un aspecto misterioso al entorno invitando a la contemplación.
Me sentía feliz con el espectáculo que me ofrece la naturaleza.

Después de la excelente cena salimos nuevamente a navegar en busca de una boa y de un caimán y los vimos.
El lago totalmente oscuro con nuestras linternas buscando esos ojos como luces rojas emergiendo de la oscuridad, el caimán negro era de tamaño moderado, nos observaba con paciencia infinita que le fotografiáramos con lo incordiante que debe ser el flash de las cámaras.


La boa era albina, pequeña (un metro máximo) encaramada en la rama de un arbusto que sobresalía en la orilla.
Esta sí que quería evitarnos, se enderezaba sobre sí misma para asustarnos haciéndose pasar por más alta.
La dejamos en paz en cuanto Caroline dio por buena su toma fotográfica.

El navegar silenciosamente, de noche, con el cielo a rabiar de estrellas, las sombras de la selva dando un enmarque negro al lago y esa sensación de estar en mi casa, de estar en mis orígenes me dan una estabilidad emocional no sentida anteriormente.

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