jueves, 19 de julio de 2012

27/11/2011 Vuelta a Rurrenabague.



Todo tiene su final y esta escapada selvática no podía ser menos.

Despedida de las amigas con promesas de escribirnos. Me voy sin mirar atrás, estos días pasados dejaran huella en mi recuerdo.

Me he sentido muy integrada con este grupo, aparte de mis amigas los cinco restantes han sido muy abiertos y cordiales todos de edades muy similares en la treintena y todos viajeros por el mundo, con Cristine, otra suiza que también viaja sola hemos quedado para fin de año en Tierra de Fuego.

Se ha establecido un muy buen rollo en el grupo y me he sentido parte integrante del mismo cosa rara en mí que acostumbro a encontrarme siempre extraña, desclasada, sin sensación de pertenencia a grupo que suele unir a sus integrantes dándoles consistencia.


“El sueño hecho realidad de la comunidad” con estas mismas palabras me describía Raúl la creación del campamento.
En esa zona de la amazonia viven 20 comunidades (me gusta que utilice esa expresión tan cercana a la idea de comunas). Su comunidad es la más grande y está formada por unas doscientas personas la mayoría emparentadas ya que es costumbre que en una misma casa habiten hasta tres generaciones.

Chalalán se fundó hace 11 años y realmente la están llevando muy bien. El 50% de los ingresos va para su comunidad y el otro para la conservación de parque. Han prosperado muchísimo desde que se realizó este proyecto.


Nos han tratado con mucho mimo y delicadeza. La fiesta que organizaron para la despedida fue genial.

Me dijo que la construcción del campamento la hicieron ellos mismos trayendo los materiales desde su comunidad a cuatro horas rio arriba. Del bosque han respetado todo.

En el barco de vuelta he estado pensando en el desprecio que le han hecho a Iván las amigas de campamento, concretamente Caroline ya que a Yastina le daba igual, no queriéndolo como guía.
Se puede decir que yo también lo rechacé pero no era mi guía, me lo cambiaron sin contar con mi opinión.



En la fiesta de anoche me saco a bailar varias veces haciéndome girar como una peonza. Es el que mejor baila de todos los guías.
Se puede decir que todo el personal estaba a la altura del lugar.

Ya en Rurrenabague me he ido directa a la ducha y luego a comer a un free wifi para poner al día la correspondencia.

Cenando en el restaurante de la última noche de Rurre la música ya no era de Boleros, era de Julio Iglesias que no solo no me ha sensibilizado nada sino que hasta la comida no me ha parecido tan buena. No entiendo demasiado el éxito de este personaje.

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