jueves, 19 de julio de 2012

30/11/2011 Un día en Oruro



Salí de buena mañana de La Paz hacia Oruro en bus local (ni un solo turista), baratísimo pero con el inconveniente de que no sale hasta que no llena (media hora de espera).

Las vistas de la ciudad al dejarla son obviamente tan atractivas como cuando se llega.

Durante las tres horas y media que ha durado el trayecto el paisaje es de una inmensa llanura desolada y árida, ni un solo árbol, nada verde, solo tierra reseca posiblemente más acusado por estar saliendo de la época seca del año, es posible que en la de lluvias estas explanadas sean de cultivo.


Sorprende la enorme diferencia de cuando salí también de La Paz para ir a la selva, el trayecto montañoso con carreteras serpenteantes y en las partes más bajas muy arbolado.

Esta vez ni una sola curva en todo el trayecto y la carretera asfaltada ha favorecido un sueñecito que ha hecho el trayecto en un no nada.

De pronto aparecen unas pequeñas lomas y allí está Oruro, eso sí, subiendo por sus laderas, con la cantidad de llano que hay alrededor, debe ser de su gusto tener las calles empinadas.

De entrada el aspecto es poco atractivo, calles sin asfaltar polvorientas, mucho sol y todo muy seco. Me ha dado el pálpito de que aquí no me quedo dos días solo para coger el tren que pasará el viernes por lo que reservo bus cama para seguir por la noche hasta Uyuni.

Este es un lugar famoso que se pone a rebosar durante el carnaval, empieza el miércoles de ceniza hasta el domingo siguiente.
Los participantes se lanzan agua mutuamente, hay desfiles y la famosa diablada. Como para eso falta mucho decido ni esperar al tren ni a los carnavales.


Caminando hacia el centro para pasar el día en esta ciudad ha venido una ráfaga de viento lo que ha hecho que una local se llevara la mano al sombrerito para que no le saliera volando. Llevan un bombín alto y pequeño encima de la cabeza que no se sujeta a simple vista con nada.
Le he preguntado sobre los medios de sujeción de dicha prenda, me dice que no tiene ninguno. Me admira lo rectas que deben de caminar y con que habilidad para que no se les caiga.

Este sombrero es algo poco comprensible para mí. No cubre del sol pues no tiene ala, no protege la cabeza del frio pues esta encima como guinda de pastel, no sirve para nada más que para hacer bonito porque supongo que a ellos les gusta.

A lo mejor lo llevan para parecer más altos, como hacia la boa en la selva que se erguía sobre sí misma para parecer más alta y peligrosa.

La verdad es que nosotras las occidentales también llevamos sombreritos solo para hacer bonito como esos que se ponen las inglesas como su reina.


El centro de la ciudad es bullicioso, tiene muchos comercios tanto interiores como el el exterior, hay mucho transito y dos plazas ajardinadas con enormes y hermosos árboles que son muy bien venidos habida cuenta que en kilómetros a la redonda no hay ni uno.

Los parque están con mucha gente sentada a la sombra, se usan más las zonas ajardinadas en los paisas pobres pues supongo que el no tener comodidades en casa invita a estar en la calle que es más entretenido.

Como el sol es fuerte, al pasar junto a lo que parecía una iglesia me he decidido a entrar y lo era.

El interior sombrío con unos ventanales altos de vidrieras de colores dando una ambientación al lugar muy agradable. He oído unos cantos gregorianos emitidos por un coro que no veía.
Se me ha despertado la curiosidad y buscando la procedencia encontré unos pequeños altavoces en un lateral del altar.

El efecto conseguido era placentero por lo que me senté a escucharlos por un buen rato. Me he visto a mi misma en Bolivia en una ciudad perdida en un desierto del altiplano a 3600 m de altitud y sentada en una iglesia (no suelo frecuentarlas desde hace siglos) escuchando la armonía de los canticos envuelta con los claroscuros de la estancia. Me han dado ganas de reir.

Concentrada en mi meditación hasta que el encargado (¿monaguillo?) ha desconectado la audición y me ha invitado a marchar que eran las seis y ya cerraban.
La iglesia también cierra ¡qué tiempos aquellos en las que sus puertas permanecían abiertas día y noche para consuelo de pecadores¡


Una merienda en un sitio muy divertido de la calle principal, es una heladería- pastelería- restaurante de cuatro pisos con un tobogán para los niños en la parte más interior, pueden descender todos esos pisos o de uno en uno. El sitio bueno y barato.

Me ha gustado pasar este día en esta ciudad, no da para más pero tampoco para menos.

Salida de mi bus a las 21h. Buenas noches.

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