jueves, 19 de julio de 2012

3/8/2011 En tren a Hanoi, Vietnam



Cuando vi el tren y en concreto el vagón se me cayó el alma a los pies.
No me podía creer que iba a pasar 33 horas encerrada en ese habitáculo sucio de cuatro literas sin espacio para nada
Había una pareja de franceses y un local ya instalados.
Subí como pude mi maleta que por suerte había un agujero encima de la litera ocupando el espacio de lo que es el pasillo para meter el equipaje.
Tragué saliva, hice lo que se dice de tripas corazón y me dedique a estirar mi sábana que se suponía limpia pero mejor que la colchoneta que tenía manchas acumuladas desde que inauguraron el tren hace mil años.
Las paredes sucias y eso que son de ese material como plastificado que con un poco de detergente estarían geniales.
Estiré mi sábana saco que llevo conmigo para ocasiones así y dejé de mirar el entorno para concentrarme en la lectura del libro que llevo entre manos.
La noche no estuvo mal ayudada por un ansiolítico para facilitar el sueño que llevo para casos extremos. Lo era.


Esta mañana ya me he acostumbrado a tener que ponerme los zapatos para ir al retrete y llevar mi propio papel higiénico ya que como es de suponer carece de él.
Duchas ni soñarlo, llegaré al hotel de Hanói que se apartará todo el mundo a mi paso.


Exagero un pelín pues hay aire acondicionado y no he sudado nada en todo el día.
Como supuse que en el tren de literas habría un restaurante, me equivoqué. Me he quedado sin desayunar y casi sin comer, menos mal que en una parada del tren pude bajar a comprar algo de fruta y un poco de arroz.
Me han clavado un pastón en la cuenta por ser extranjera.


El tren está repletito de locales y menos los franceses no he visto a nadie más de occidente.
La verdad que hay un vagón que hace las funciones de restaurante pero es increíble lo sucio que está. Como se ve como manipulan la comida, no me he atrevido con ella aunque supongo que la que he comprado en la estación será, si hace o no hace, lo mismo pero al menos no les he visto trajinarla en la cocina.


Como sorpresa los bonsáis que hay en ciertas salidas de ciertos vagones inutilizándolas, no se si son de función ornamental, creo que sí, o para evitar el uso de esas salidas por algún motivo que desconozco.
Una simpática vietnamita que fumaba junto a un arbolito de esos ha posado gustosamente para mí pero no hemos podido conversar pues aquí nadie habla inglés, los encargados tampoco.


Todo el día dormitando a estilo oriental, dejando pasar plácidamente las horas,. He terminando con gran placer mi libro. No placer como una liberación por haberlo terminado si no con complacencia de su tema, como lleva la intriga el autor y lo cercano del lugar en espacio y tiempo en el que narra los hechos.
Cuando llegue a España leeré algo más de Luis Leante que nunca antes tuve ocasión de hacerlo.


El paisaje desde el tren se ve atractivo, muchísimos arrozales con gente trabajando, pueblos rodeados de vegetación y ríos caudalosos.
Me hubiera gustado hacer Vietnam como tenía previsto en principio que era hacer un recorrido de sur a norte en moto por la autopista Ho Chi Minh parando en los pueblos más emblemáticos durmiendo en casas de familia.
Otra vez será.


He hablado con Marta por teléfono, está en Bombay, no le ha gustado nada. Sale esta noche hacia Hanói haciendo noche en el avión. Así pues esta noche yo duermo en el tren y ella en el avión yendo a encontrarnos.
En la zona fronteriza de ambos Vietnam del pasado hemos cambiado de personas en la cabina.
Llegó una vietnamita muy agradable, lástima que no hablaba inglés.
Lo que son los franceses no me dieron conversación en todo el trayecto.


Cuando llegué al vagón anoche me preguntaron si era francesa, hasta los franceses me confunden con una de ellos.
Con la fama que tienen de antipáticos, confirmada en este caso en concreto por mí, no es que me haga mucha ilusión eso.
A la hora de cenar, los franceses han sacado sus víveres sin invitar ni a la vietnamita ni a mí.
Más tarde el tren ha parado en una estación con chiringuitos de comida, la vietnamita me invitó a cenar de su comida. Decliné su invitación porque no tenía hambre y porque no le quise hacerle gasto. Nos hemos entendido por señas.
Me ha dado mucho que pensar. Los occidentales en general hemos perdido la sana costumbre de compartir . Recuerdo los viajes en tren en mi infancia donde el que llevaba comida invitaba a los que no como algo natural. También creo que los que menos tienen son mas generosos.
Tenemos mucho que aprender de esta gente sencilla.
Mañana a las seis y media si todo va bien y nada se tuerce estaré en Hanói.

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