jueves, 19 de julio de 2012

7/8/2011 Halong Bay, Vietnam



A las seis de la mañana me despertaron las risas de una familia francesa que estaban nadando alrededor de su barco.
Me planteé si lanzarme al agua también pero desistí al ver que de los barcos allí atracados tiraban toda clase de porquerías al mar.
Qué pena que no estén más concienciados con el medio ambiente pues hay botellas de plástico amén de otras cosas.


El desayuno a bordo con nuestro alegre grupo. La travesía de vuelta a puerto amena.
Ayer por la noche, en la cena, se unió a nuestro barco un personaje misterioso que había tenido problemas con su guía y se cambió de grupo. Estaba taciturno y malhumorado, se fue a dormir nada más cenar.


En la travesía de vuelta he logrado entablar conversación con él, habla español aprendido en Argentina. Es de San Francisco, California EE.UU. Se dedica a tecnología tiene clientes a los que atiende por la Red por lo que puede viajar a donde quiera y seguir trabajando. Lleva tres años rodando por el mundo. Se añora de la familia, tiene una sobrina de dos años a la que adora, volverá a casa a verla en breve.


La tripulación del barco ha puesto unos sobres para que dejemos propina, como siempre este tema me descoloca. Veo que el resto de turistas hace caso omiso a los sobres, se justifican diciendo que no han sido nada simpáticos.
Me molesta saber que están esperando la propina como algo establecido por lo que seguramente no deben cobrar mucho por su trabajo, eso es injusto para ellos pues la beneficiada es la empresa no el trabajador.


A la vez me duele la superioridad económica de la que disfrutamos a la que no quiero renunciar.
Lo dicho, sería más fácil dejar propina y no machacarme con el tema ético de lo que comporta ese hecho.


La visita al pueblo flotante no ha podido realizarse ya que no había suficiente de agua para navegar con nuestro barco hasta allí.
Nos desembarcaron en el puerto de Halong Bay donde nos llevaron a comer a un restaurante industrializado, había cabida para por lo menos doscientas personas, estaba a rebosar de turistas.
Me sentí como un borrego siguiendo al rebaño.
Nuestro grupo, ahora compuesto de siete personas por la presencia de nuestro nuevo amigo Nono, compartimos una mesa.
La comida como era de esperar dejaba bastante que desear, sin llegar a ser mala era sosa.
Anna se fue en otro bus antes que nosotros nada más comer ya que su vuelo era por la tarde a las ocho Fuimos los últimos en marchar de esa fábrica de hacer comida.


Nuestro guia Te (se escribirá diferente, seguro) durmiendo en el viaje de vuelta.

En resumen el día ha estado bien, el paisaje bonito, la compañía grata, el paseo por la ciudad de Hanói al llegar excitante con descarga de adrenalina constante en cada cruce.
Marta ha ido a cenar con un nuevo amigo italiano, no he querido unirme a ellos, estoy cansada madrugué mucho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario