jueves, 19 de julio de 2012

9/12/2011 Sendero Inca prehispánico, Chataquila



Como no llovió en toda la noche y ante la perspectiva de pasar todo el día sin hacer nada decidí a las siete y media de la mañana ir a la excursión que me habían propuesto.

A unos 45 k de Sucre, subiendo por el collado que llega a Chataquila donde hay una ermita dedicada al culto a una virgen que parece la Macarena.

El cielo estaba muy cerrado de nubes cargaditas de agua, empezaba a lloviznar. El guía, Jorge, hizo una ofrenda de hojas de coca y nos dijo que pidiéramos un deseo que la virgen lo concedería.

Yo le estaba diciendo que le pidiera que no lloviera en el día de hoy, lo que son las cosas, mientras se lo decía, las nubes abrían paso a un tímido sol que lleno de luz el recinto………….(¿)

Ni que fuera la pizza exprés, vaya rapidez en cumplirse un deseo, lo mejor es que sin demasiado entusiasmo el día se fue manteniendo sin llover a pesar de las predicciones del tiempo que consulté en la web.
En Bolivia todo es posible, hasta los milagros.


Mis compañeros de viaje eran un portugués, Pedro, de hermosos ojos verdes con unas cejas muy pobladas y negras con pestañas larguísimas, se dedica a turismo como estudios, aun no ha empezado a trabajar,
Una Eslovenia de pelo rubio y ojos azules, enfermera de profesión llamada Gilda y un checo no tan agraciado como el morenazo portugués pero muy agradable llamado sorprendentemente Tomás aunque ellos lo acentúan con otra tilde diferente a la nuestra.

Desde la ermita que se haya a lo alto del collado, parte una ruta descendente hacia un hermosísimo valle lleno de sorpresas visuales por su variedad de texturas y componentes de sus montañas estratificadas y llenas de colorido asemejando pinceladas de un cuadro de Viçent Van Gogh.


El camino de 5 km, tortuoso y bellamente empedrado con partes que se conservan de la época Inca y otras partes renovadas.
Se tarda unas dos horas en bajar hasta el valle con las paradas correspondientes para admirar el encanto que lo envuelve y tomar fotos.
Vimos el cráter de Maragua desde lejos, no dio tiempo de subirlo.
Nuestro chofer que debía estar esperándonos abajo en Cancha Cancha, no apareció, estuvimos esperándolo un buen rato metidos en un consultorio médico que era el único lugar con una sombra en todo el pueblo (de cuatro casas).


Mientras esperábamos conocí a dos niñas de 4 y 8 años llamadas Selma y Zurita, estuve hablando con la mayor, la peque era más tímida. Le pregunté qué hacía allí en el monte y me contestó muy orgullosa “pastoreando mis ovejas”, como no las veía me cogió de la mano y me asomó a la ladera “y aquella es mi vaca” añadió.

Después de comer unos bocadillos a la sombra de un árbol continuamos camino hacia la ruta donde se encuentran las improntas fosilizadas de dinosaurios. Allí hubo un problema con el coche ya que no era todoterreno por lo que se quedó esperando e hicimos todo el trayecto a pie. Estaba previsto que fueran tres horas pero como ya era tarde se forzó la marcha.


A estas alturas ( 3.700m) el subir demasiado rápido no es lo más conveniente por lo que pedí al grupo que fueran ellos a su ritmo que yo iría al mío, se hacía tarde y no quería que por mi culpa no vieran las huellas de dinosaurio. Yo seguí subiendo más despacio acorde a lo que la respiración y la oxigenación de las neuronas requerían.

Me cogieron cuando bajaban, Gilda muy excitada me contó que el guía no sabía dónde estaban las famosas huellas y se perdió, como se hacía tarde les dijo de bajar sin verlas.


De allí fuimos a un pueblo también con cuatro casas pero con una bucólica vida rural, estaban arando un campo con sus bueyes, las mujeres con su niño en la espalda tirando la simiente y unos simpáticos niñitos sucios, mocosos y mal calzados con los que estuve hablando, el más pequeño me tenía miedo y hacia para llorar pero logré ganármelo, me dio la mano (la tenía helada).


Ya de vuelta a Sucre, maravillada con el paisaje que es alucinante, daba la impresión de estar bajo los efectos de alguna droga, que variedad de paisajes tan diversos y coloridos, vino la parte de protesta ante la agencia de viajes por no haber cumplido lo establecido y por la falta de organización.


La verdad es que yo no hubiera protestado pero todo lo que les reprocharon los compañeros era verdad, tenían razón. Les pidieron la devolución de la mitad de lo abonado por incumplimiento de trato.
Me dieron pena los de la oficina de turismo como intentaban regatear a la baja pero también es conveniente que se proteste, la próxima vez procuraran ser más formales en los horarios y disponer de un vehículo que pueda ir por esas carreteras de montaña sin dejarnos tirados.

Ya descansando en mí habitación pienso que ha sido un día de hermosas sensaciones visuales y grata compañía, me alegro de haber decidido ir de excursión en vez de quedarme vagueando en el hostal.

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