jueves, 19 de julio de 2012

Stone town 03/02/2011



El chofer ha pasado a recogerme a las 9,45 a pesar de que me convocó a las 8,30 de la mañana. He llamado para ver que sucedía.......se había olvidado.














El hotel está bien, justo en el puerto, desde la playa del hotel se observa los barcos descarga y los pesqueros, se llama Hotel Tembo. Sorprendente la puerta de mi habitación puede ser cerrada desde fuera con un enorme pasador...inquietante.

















El trayecto desde Nungwi a Syone Town es muy ameno, el paisaje de bosque bastante virgen y la vida de los autóctonos que gira entorno a la carretera, sus mercados están expuestos junto a su vía principal que es esa, la carretera.

La cruzan por cualquier sitio, caminan a lo largó de ella sin muchas precauciones, tampoco se puede decir que haya muchos coches circulando pero estos, aún siendo pocos, circulan creyéndose los amos de la vía, supongo que tener coche aquí representa un estatus.

Me ha llamado la atención que en ciertos tramos hay puestos de policía con barrera incluida donde inspeccionan los coches para ver que van correctamente equipados, si no es así, les multan. Me ha dicho mi chofer que si les dan un dinero prudencial no les ponen la multa...eso suena mucho, algo parecido pasa en otros países de economía baja.














Es hermoso ver tanta vida y tanto contacto con la naturaleza por parte de sus habitantes, emanan sensación de armonía con el entorno, de simbiosis.

Esta zona está llena de hoteles y calles retorcidas con tiendas para turistas. Los únicos que encuentro algo recalcitrantes es a los taxistas, no has dado un paso saliendo del hotel que ya te ofrecen sus servicios de forma muy incisiva.

He ido a comer a un restaurante del pueblo junto al puerto y he acertado plenamente. Al sentarme en la mesa se ha acercado una mujer que me ha pedido que coma con ella que también estaba sola, es francesa, según me dice es periodista y que ha escrito dos libros, uno de ellos sobre el alcohol y la mujer. He supuesto que hablaba en él de experiencias propias. A lo largo de la conversación he visto que no iba desencaminada.

Entró en una época de alcohol que al parecer está superada tras la muerte de un hijo pequeño.

Tiene tres hijos de 33, 29 y 25 años. Esta última viaja mucho, escuelas de circo, una de ellas en España, dice que era buena. Su especialidad era el trapecio, lo habla en pasado porque al parecer hace tres años, cuando tenía 22, tras varios años de preparación, le planteó a su madre de un día para otro que lo dejaba, que no quería someter a su cuerpo a tanto sufrimiento.

La madre me manifiesta que no lo entiende , yo francamente lo veo clarisimo, creo entenderla perfectamente.

Estará 2 semanas en la isla también viene a hacer inmersiones. Es una mujer extraña, gesticula mucho con el rostro. Se ha levantado de repente despidiéndose diciendo que se iba a descansar al hotel, está en el mismo que el mio, no me ha pedido de vernos más tarde ni se ha esperado a que yo acabara de comer.














Han tardado en traer mi comida pero excelente, el arroz en su punto y frutos de mar fresquísimos con una salsa muy bien especiada que como no soy buena cocinera no he sabido distinguir sus componentes. El precio increíblemente barato, 8000 shillings que son unos 4 euros

El camarero ha venido a mi mesa y me ha estado hablando de su vida, de sus sueños y aspiraciones y se ha lamentado que en la isla se trabaja por lo justo para pasar el mes tras hacer todos los pagos pertinentes como alquiler, comida etc. Le advierto que en España la mayoría de gente gana también lo justo para pasar el mes y a veces ni llegan, me dice que nosotros podemos ahorrar algo cada mes para luego hacer vacaciones, le advierto que es verdad pero que no todo el mundo puede hacerlo, que él solo ve a los que podemos pues los que no pueden no van por allí y que son muchos más que los que se pueden permitir vacaciones de ese tipo.

No ha quedado muy convencido, él ve lo que ve y es que por allí pasan muchísimos turistas.


Esta tarde se ha vuelto a producir el milagro de cada día al caer el sol, las calles se llenan de bullicio y alegría que se siente en la atmósfera, los niños salen de la escuela e inundan las playas donde se dedican a hacer piruetas tirándose al mar, ejercicios atléticos en la arena, jugar a fútbol.
Los adolescentes bulliciosos llenan las calles y playas y la vida resurge como de la nada, supongo que es el tiempo de esparcimiento tras la jornada laboral o de colegio. Es tan sano este esparcimiento que me da envidia, nuestra sociedad "urbanitas" ha perdido todo este encanto y liberación, así nos va con las neuras propias de la ciudad.


En la playa he visto a un niño que no debe saber nadar pero ingenio no le falta, ha rodeado su cintura con una cuerda con varias botellas de agua de plástico vacías y bien tapadas que le hacen de flotador



Por la noche en la plaza del pueblo que está junto al mar han puesto mesas en la calle con comida para cenar, son variadas y muy vistosas. Hay paradas con carne asada, otras de pescados, de frutas de pasta... hay de todo.


Los vendedores ambulantes son muy educados, te abordan con un saludo, se interesan por tus impresiones de la isla, si estas bien, te ofrecen sus mercancías que si las rehusas no insisten, te dicen "tomorrow" les dices "yes" y se van tan tranquilos sin insistir.


Ya anochece y una nueva puesta de sol conmueve mi espíritu respirando esa paz que solo se adquiere cuando estas lejos de los problemas cotidianos

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