jueves, 19 de julio de 2012

10/10/2011 Navegando por el lago, Inle Lake



Hoy ha sido uno de los mejores días en lo que llevo de viaje.

Junto mis amigos John (vietnamita) y Tiffany (Canadiense) hemos alquilado una barcaza que nos ha tenido todo el día recorriendo el lago y los pueblos flotantes que hay en él.
Nuestro conductor, un simpático birmano de 36 años y dos hijos, nos ha ido mostrando y explicando lo que hacían los lugareños con sus barcas en el lago.

Normalmente son más que barcas un tronco de árbol tallado en forma de canoa, un solo remo les sirve para desplazarse, lo manejan o hincándolo en el fondo en las zonas menos profundas o preferentemente remando con un pié.
Es gracioso ver con que habilidad reman con el píe, yo lo intenté pero se requiere mucha destreza y equilibrio.


Unos pescadores iban con su red arrastrándola en la parte trasera de la canoa mientras daban paladas con el remo al agua en la parte delantera de la misma con la finalidad de asustar a los peces que huyendo del ruido caigan en la red.
Vimos como la recogían para inspeccionarla y funciona, había pesca.


Las barcas mas grandes llevan un rustico motor, en ellas transportan las mercancías para la ciudad desde la huerta flotante de tomateras principalmente aunque también cultivan otros productos.
Otros se dedicaban con unos palos largos a recoger algas que tras algún proceso natural se convertirán en abono para la huerta.
El lago es enorme, se requiere más de una hora en atravesarlo con motor. En uno de sus extremos están los cultivos de tomates de tamaño de una pelota de pin-pon y las aldeas de casas sobre pilares ya que se haya dentro del agua.


Los templos también en remojo.

Hemos llegado al mercado flotante donde nos han invadido las canoas con las mercancías propias para turistas. El ambiente era de mucho colorido pero como ni mis jóvenes amigos ni yo queríamos comprar le hemos dicho al conductor que nos sacara de allí.

El siguiente sitio hemos desembarcado para ver con deleite como sacan hilos al tallo de la flor de Loto para hacer tejidos de lo más variado con ellos. Los telares eran rústicos pero funcionaban de maravilla con la habilidad y rapidez de las manos de las mujeres que tejían.

En otra parada nos bajamos en un taller de confección repletito también de tallas en madera, gemas, pulseras y un eterno etc. Donde tenían como cebo de atracción de turistas a una mujer de cuello largo y dos jovencitas en proceso de llegar a ello.


Me parece por un lado llamativo, por otro repugnante ya que no solamente pesa si no que los movimientos del cuello quedan muy reducidos y seguramente se crea alguna patología que desconozco.
Menos mal que se está perdiendo esa costumbre. ¿Por qué no se lo ponen los hombres?

Un mercado local en un gran recinto nos permitió observar el ajetreo y colorido de los vendedores, yo me enrolle por gestos con unas jóvenes y hermosas locales que estaban comiendo en unas mesas bajas sentadas en el suelo.
Me senté junto a ellas, me invitaron a pan de arroz.


La comida también en un restaurante en el agua, claro, ha sido deliciosa. Me ha puesto las botas comiendo un pescado fresquísimo y exquisito al curry con arroz con una fresca cerveza que se agradece ya que es un día caluroso.


Nos hemos encontrado allí a los franceses del trekking de tres días, hemos comido los cinco juntos. Después nos han deleitado con canciones de la tierra unos espontáneos guías de otro grupo.
Yo me he animado a tocar “La bamba” única canción que recuerdo de la época que con catorce años formamos un grupo musical tan de moda por entonces, con mis amigas del cole, nos hacíamos llamar “Las ágatas” y mi hermano Fernando (él si dominaba la guitarra con mucho acierto) con su santa paciencia nos enseñaba los acordes necesarios para las canciones que componíamos.
Duró solo un curso escolar.


Luego visitamos un templo donde estaba previsto un desfile.
Una enorme y decorada barca con un altar estaba parada junto al templo.
Junto con John he subido en ella, había varios hombres durmiendo a los pies del altar. De pronto uno de ellos se despierta, se levanta como si hubiera visto un fantasma y gesticulando dice cosas incomprensibles para mí.
John me advierte que está diciendo que allí no pueden estar mujeres a lo que disculpándome bajé bastante contrariada.
Le dijimos al conductor que no queríamos estar en las zonas visitadas por turistas, queríamos algo más genuino.
Nos llevo entre las casas con la barca disfrutando de la especial belleza de esta Venecia aldeana.


Desde una ventana nos invitaron a visitar una casa.
Eso fue lo más genuino y espontaneo del día, no vendían nada, solo nos mostraron su hospitalidad invitándonos a té verde y pan de arroz.
Una familia encantadora en un limpio hogar donde cohabitan tres generaciones. El padre y la madre con tres hijas y un joven hijo. La mayor casada y con un niño que viven con ellos.


De allí pedimos ya volver pero en medio del lago, lejos de las aldeas y cultivos, rodeados de montañas a lo lejos con nubes cargadita en las montañas y un sol esplendido en el lago, un hermoso arco iris en una ladera montañosa donde se veía que llovía, nos tiramos al agua con ropa interior, disfrutando enormemente de nadar en aquel entorno.


Un día lleno de emociones positivas, vivencias irrepetibles y alegría de vivir.

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