jueves, 19 de julio de 2012

14/9/2011 Varanasi, India



Llegamos por la mañana, advertidos de los timadores en la estación por nuestra guía hicimos oídos sordos a los cantos de sirena de los muchos que se nos acercaron a proponernos de todo.
Un intento por parte de ellos de desviarnos del camino a la oficina de turismo para sacar billetes no tuvo efecto, la encontramos enseguida desoyendo a los que nos decían que estaba cerrada.
El taxi hacia el hotel lo cogimos en el prepago, así evitamos las posibles triquiñuelas de los taxistas.
El hotel esta junto al Assi Ghat en el Ganges, con preciosas vistas desde la terraza donde está el restaurante.


Tras una ducha y una comida reparadora nos lanzamos a la calle para patearla disfrutado del quehacer cotidiano de sus habitantes.
Unas niñas se percataron de que llevaba plátanos en una bolsa y me pidieron uno que les di de mil amores.
Claro que como eso lo consiguieron tan rápidamente no les dejó satisfechas pidiendo a continuación chuches y dinero.
Eran muy espabiladas, tuvieron que conformarse con la fruta y unas fotos que nos pidieron que les hiciéramos.


Cuando los niños de un cole que pasaban por la calle se percataron vinieron corriendo a que les hiciéramos fotos también a ellos.

Salían vendedores al camino ofreciendo de todo. Ros me dijo que le ofrecieron opio y hachís.

El primer contacto con la Ghat que tenemos al lado del hotel fue agradable. Vimos como se bañaban en las sucias aguas del Ganges, hacían la colada o rezaban a sus muertos con un ritual desconocido para nosotros y que vino a explicarme un joven muy educado con el que estuve hablando largamente sin sentirme acosada.


Me explicó que rezaban por el alma de los difuntos y tenían que hacer cien veces un movimiento de levantar el agua entre sus manos en las que llevan unas ramitas con arroz.
Me explicó que por la tarde se haría allí mismo un ritual muy bonito de ofrendas.
Trató de que le cambiara euros por rupias a buen cambio y rio distendidamente cuando le dije que yo no era un banco que no hacía transacciones monetarias.

Tampoco se molestó cuando decliné la invitación a que viéramos sus manufacturas de pasminas y saris. Me dijo que fuera solo a verlas si no quería comprar, le dije amablemente que no quería ni comprar ni verlas, prefería ver el paisaje.


Esta conversación me llevó a pensar que pese a que mi libro guía advierte que el acoso es mayor en Varanasi que en cualquier otro sitio, yo no lo he vivido así.
En Agra me producían tensión pues ellos estaban tensos en su afán de sacarme algo. En Varanasi no he notado esa tensión en las ofertas y las conversaciones con los vendedores son más relajadas.
Volvimos a encontrarnos a las chiquillas de los plátanos en la Ghat que vinieron todas contentas a recordarnos que las conocíamos y que teníamos fotos suyas.


Son muy espabiladas, intentaban vendernos velitas con flores para dejar en las aguas del río para la buena suerte.
Le dije que no creía en la buena suerte y me dijo que vale, que está muy bien eso pero que le compre solo porque es bonito verla flotar. Argumentos no les faltan pese a su escasa edad.

Cuando me aborda otra pidiendo lo mismo opto por decir que no llevo dinero a lo que me contesta en un perfecto inglés “Jo, ¿porque todos los turistas me dicen que no tienen dinero?” lo que me hizo reír.


La ceremonia en el rio al anochecer se vio enturbiada por el ruido que emitía un compresor de un restaurante anexo que tapaba las voces de los canticos y música. Como era ya oscuro y solo tenia una pequeña vela el altar no pude tomar ninguna foto.

Dejaron sobre el agua, desde una barcaza próxima, un montón de velitas encendidas flotando que fueron acompañadas por la corriente del río, directas hasta donde estaba el altar.

A simple vista parecía que acudían al altar impulsadas por las animas que llevaban en su interior peleándose entre ellas para ser las primeras.
Bonito espectáculo, lástima del ruido del compresor.

La cena en un sitio escogido al azar solo por el hecho de tener aire acondicionado y que hacían Felafel para comer.

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