jueves, 19 de julio de 2012

18/12/2011 Cumpleaños de mis hijos (yo también estuve), Ushuaia



Sin querer restarles ningún protagonismo a ellos, yo también estaba allí.
Hace 34 años que parí mis dos joyas, Marta y Lluís, nombrados por orden de aparición aunque en las leyes del hereu en Cataluña se da por mayor al segundo en nacer dando por hecho que ese es el que se implantó primero en el útero y por consiguiente el segundó encontró un lugar más lejano del ovario en su búsqueda de implantación que es a su vez más cercano respecto a la salida (dudoso cientifismo).

Para celebrarlo he comido una centolla y he brindado con vino a su salud y de postre chocolate. Menos mal que es solo una vez al año pues ha roto el presupuesto marcado.

El ir cambiando de países requiere una flexibilidad de adaptación tanto en los entornos (gente, paisajes, climas) como en el dinero.
He pasado de un país donde comía excelentemente por menos de dos euros y si iba a algún sitio más caro por cuatro euros y dormía por 3 a 10 euros noche a otro país que dormir en habitación colectiva vale 20 dólares noche (las de hoteles en esta zona están disparados los precios pidiendo100 y 300 dólares noche) la comida de 10-15 dólares no baja.

Hay que hacer un gran esfuerzo para olvidar lo que fue, eso ya no cuenta y adaptarse a lo que es.



A las cuatro de la mañana ya estaba haciendo cola para el check-in de mi maleta en el aeropuerto de Buenos Aires donde pasé la noche hablando con mi amigo Felipe.
Ya en la zona de espera de embarque hay sillones donde estirarse. Eso hice durante la hora larga que faltaba para la salida del avión.

Las tres horas y media de vuelo lo he pasado durmiendo, no me he enterado de nada.
De pronto abro los ojos y lo que veo por la ventanilla me parece un sueño. Pasábamos entre unas enormes montañas con nieve en sus cimas, estaban más altas que el avión, rodeadas de mar.



Mi sorpresa inicial quedó resuelta al ver que no es que fueran monstruosas montañas que sobrepasaban los once mil metros de altura del avión, es que estábamos tomando tierra.
Era como ir volando entre las montañas del Pirineo pero con mar alrededor.

El pueblo de Ushuaia me ha recordado un poco al de Andorra, un entorno precioso pero con comercios a diestra y siniestra. La verdad es que no se parece en nada a Andorra, no sé porque me lo ha recordado.



Mi estado anímico está excitadísimo, estoy que floto de satisfacción de estar aquí y de pensar que en dos días embarco rumbo el Polo Sur.

Mi hostal es genial, es el cinco estrellas de los hostals del mundo.
Hay un ambiente encantador, la gente comparte, habla, participa.
He encontrado en mi misma habitación dos amigos norteamericanos de California (¿pareja?) que viajará conmigo en el Ushuaia hacia la Antártica que por cierto nunca sé si escribirlo con c o con d, de ambas maneras las veo reflejadas en los carteles y en las guías.

Ayer fue un día intenso y agotador, lleno de estímulos. Hoy tocaba relax. Tras la comida un paseo corto por el muelle y la siesta tan española apreciada en el mundo entero.



Como de día no se dormir, perdí la costumbre de la siesta, no pegué ojo pero descansé un rato.

Por la tarde de paseo con un sol que dura muchas horas, el sol se oculta aquí a las once de la noche……………………………..Realmente no pienso esperar a verlo.

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