jueves, 19 de julio de 2012

21/9/2011 Volando todo el día. Regreso a Bagkok



Volando fisicamente y con la imaginación también. Ilusión en la nueva etapa que he emprendido hoy.

En el aeropuerto de Bagdora había todo un ejército de policías o bien era el ejercito mismo en persona. Sea como sea, estaba tomado por uniformados con metralletas en mano, registros minuciosos de los que accedíamos.
En las pistas habían también policías entrando y saliendo de una avioneta allí aterrada. Varios carteles anunciaban que no se permitía tomar fotos.
Como cuando algo no me cuadra no paro hasta saber de qué va, pregunté en el comedor a un joven que me informó que estaban transportando a los heridos por el terremoto de Sikkim que al parecer aun están sacando gente de los escombros, no se sabe cuántos muertos hay.
Me volvió a la memoria la experiencia que ese terremoto dejó en mí y me supo mal haberlo minimizado tanto debido a las repercusiones que tuvo en la ciudad donde fue el epicentro.

El Ibuprofeno ha podido con el dolor de garganta pero no con el del espíritu. Me voy de la India con gran pesar y gran alivio a la vez por motivos bien diferentes.
Cuando me despido de un amigo es como si algo se rompiera en mi interior y más cuando es para siempre.
Me vienen a la memoria todas las veces que he tenido esa sensación de pérdida.

Me consuelan los versos de Miquel Martí i Pol que comparaba la vida a una gran ciudad llena de calles.
En ese caminar se nos unen (o nos unimos) a los pasos de otros caminantes que juntos recorremos tramos compartiendo vivencias pero de tanto en tanto alguno se queda atrás o tuerce una esquina para ir en otra dirección, esos caminos se separan yendo cada cual por el suyo, encontrándonos a otros compañeros o parejas con los que compartir otro espacio de tiempo, de nuestra vida.
Viene a ser aquello de que cada cual ha de seguir su senda sin intentar obligar a los demás que cambien la suya ni perder el rumbo de la nuestra. Es la vida y hay que aceptarlo así.

Al llegar a Bangkok me he dirigido al hostal que reservé, llamado Lub.d, con la mala pata de que no tomé nota del teléfono ni plano de su ubicación esperando poder hacerlo en el aeropuerto de Delhi.
No pudo ser pues al llegar ya embarcábamos de inmediato.

Mandé sms a Mireia disculpándome por no ir a su casa como habíamos quedado. Lo decidí en Darjeelin al ver lo muy resfriada que estaba y estoy. No es justo que le lleve todos mis virus a su casa por lo que decidí alojarme en un hostal.

En la estación de Siam Square, donde suponía que estaba mi hotel, pregunté en las ventanillas de las oficinas del BTS que me indicaron la dirección a seguir. No lo vi muy claro y pregunté a una señora que vendía abalorios en un chiringuito de la calle.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi que como no sabía donde era empezó a preguntar a otros comerciantes vecinos asegurándome que lo descubriría.
Algo inquieta por las molestias ocasionadas le rogué que no se preocupase que entraría a un cibercafé para ver un plano o un teléfono.
Dejó el negocio sin nadie y me acompañó a un café con internet que había a pocos metros insistiendo que si no encontraba el telefono del hotel que volviera donde ella estaba que seguiría ayudándome.

Medio alucinada de tanta amabilidad le comunico a los dependientes del local (me decían que ya iban a cerrar) que tenía un problema sobre la ubicación de mi hostal. Me lo resolvieron ellos mismos en el Iphone de uno y me escribieron en un papel el nombre en Tailandes del hotel. Me indicaron que debía seguir una parada más de sky train.

Al subir al la parada se lo explique al de la oficina que me habia atendido en mis preguntas poco antes al salir. Me hizo entrar sin pagar de nuevo en el andén, hizo una llamada de teléfono para localizar ese hostal y me dijo que me bajara en la siguiente parada que lo vería.
La sorpresa fue que al bajar en el siguiente andén me estaba esperando otro trabajador de BTS avisado por su compañero por teléfono que me acompañó hasta la salida señalándome donde estaba mi hostal (justo al lado de la salida).

Anonadada con tanta amabilidad entro en mi precioso y limpísimo hostal donde un grupo de jóvenes huéspedes que estaban tomando unas birras y tocando una guitarra me da la bienvenida. Otro me entrega un vasito con un exquisito licor para celebrar mi llegada. Me dieron ganas de llorar de emoción. Cuanta gente amable en tan poco tiempo.

Durante la cena me hizo compañía el joven que me invitó al coctel de bienvenida, se llama Chris, es alemán pero habla español. Es muy simpático como todos los jóvenes que voy conociendo, eso me hace creer en la humanidad. Digan lo que digan las nuevas generaciones son geniales.

He hablado por telefono con Mireia que me ha reñido por no ir a su casa diciéndome que ella también está muy resfriada. Hemos quedado para cenar mañana.

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