jueves, 19 de julio de 2012

22/8/2011 Koh Chang beach, Tailandia



De buena mañana, junto a la playa, estirada en una hamaca a la sombra de unos cocoteros, con la esperanza de que no les diera por soltar sus frutos en esos momentos, intenté dejar mi mente en blanco, no pensar en nada, diluirme en el hermoso entorno que me rodeaba.
Pero, Ah¡. La mente tiene vida propia y hace lo que le viene en gana.
Lo que le vino en gana fue retrotraerme a los 14-15 años de edad, en el colegio de las Mercedarias. Éramos cuatro amigas marchosas, ocasionalmente se nos unía alguien más pero solía abandonar el grupo pronto ya que era muy revolucionario para la época en que vivíamos, entre la represión franquistas, la inculcación de la moralidad por las monjas y curas que nos comían el coco con aquello de que” los chicos son malos, solo piensan en una cosa”, “debemos ser guardianas de nuestra virginidad sino no nos querrá nadie y acabaremos mal”, que “masturbarse es pecado gordo” , etc., etc., etc.


Naturalmente la lucha interna entre nuestras hormonas pidiendo paso y la castración de los curas y monjas con inculcación de moralidad judeocristiana nos forjó una personalidad ambigua.
Como el despertar sexual (léase hormonas) en esa época tenía mucha fuerza, nos olvidábamos de las prescripciones anti macho de las monjas y los fines de semana bailábamos muy pegaditas a esos demonios a los que temíamos pero adorábamos.

Recordando los días de ejercicios espirituales en una hermosa casa en el tibidabo que tenían para tal efecto los colegios religiosos de la zona, descubrimos nuevas sensaciones que antes no habíamos tastado, como la de fumar o beber vino, cuando nos encerraban en las habitaciones tras los sermones del día.
No recuerdo como llegó todo este material tan poco ortodoxo a nuestras manos, seguramente ya estaba premeditado organizar una bien gorda.

Bien pensado ahora puede parecer pueril pero en aquella época éramos muy pero que muy pecadoras haciendo esas cosas.


Lo recuerdo de lo más liberador. Era genial romper todas las normas incluso las sexuales ya que allí también experimentamos entre nosotras mismas como se siente una al dar y recibir un beso con lengua y la extraordinaria sensibilidad de nuestros pezones.
Tras horas y horas de un cura diciéndonos lo feo y terrible que era el infierno, llegar a la habitación y hacer números para ganárnoslo era de lo más divertido y excitante.
Los ratos que nos dejaban pasear para meditar por los enormes jardines de la finca (no se están de nada esos curas) saltábamos la valla que rodeaba el recinto con gran agilidad por nuestra parte para irnos a las atracciones del parque.


Estábamos en el tibi dabo (=te daré) que según decían los curas eran las palabras del demonio a Jesús cuando se fue a meditar al monte de los olivos que enseñándole todo el entorno -que imaginábamos tan hermosos como el que se veía desde allí -le dijo” te daré todo esto que ves si postrándote a mis pies me adoras”
Al parecer Jesús no cayó en las trampas del Maligno pero nosotras, pobres mortales, si lo hicimos, aprendimos a ser mujeres y no espíritus puros.


Un recuerdo desde una isla pérdida de Tailandia para mis amigas y compañeras de esos tiempos tediosos del bachillerato que gracias a la unión de nuestras cuatro mentes logramos con imaginación y valentía hacerlos inolvidables.
Laura, Blanca, Rosario y la menda. Las monjas estaban muy confusas con nosotras pues a pesar de ser las más gamberras y estar metidas en todos los líos que se organizaban en el cole, la mayoría de ellos organizados por nosotras mismas, sacábamos las mejores notas del colegio y eso les chirriaba, algo no encajaba.


Volviendo mi mente al espacio y tiempo actual, agradezco a Andrés que haya generosamente aceptado que cada uno haga lo que le apetezca sin tener que estar discutiendo entre nosotros si piscina, playa o copas en el bar de Bruno.

Bruno es un francés propietario del hostal de bungalós junto a nuestro hotel en la carretera. Tiene un bar restaurante con música que ayer era salsa cubana y reggae.
Tenía tantas ganas de bailar que no me cortó el que nadie más lo hiciera y Andrés alegara no tener ni idea de bailar .
Dice que los músicos tocan pero no bailan y el es pianista profesional.
Bruno al verme tan marchosa tampoco se cortó y salió tras la barra para bailar conmigo. Es muy simpático, me miraba con picardía, yo diría que descaradamente pues creo que llevaba más de una copa.
Desde la cocina salieron, muy divertidas, las muchachas para vernos bailar, creo que algo envidiosas pues estoy casi segura que se hubieran unido a nosotros en el baile en vez de estar currando en la cocina.
Hoy en el aperitivo que hemos hecho allí con bossa-nova de fondo he notado a Bruno más recatado en la forma de mirarme, como más tímido, no se si piensa que ayer se pasó.

Quedé con él para jugar a la petanca a la caída del sol y tomar un Pastis.

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