jueves, 19 de julio de 2012

24/8/2011 Adios Koh Chang, vuelta a la gran urbe, Bangkok



La espera en el puerto al transbordador me ha hecho pensar en las posibilidades de esta isla tan salvaje con jungla recubriendo casi su totalidad con una cicatriz en la periferia que forma la carretera y con pequeñas playas diseminadas absorbidas por complejos hoteleros.


El camino en taxi-bus tipo furgoneta de 45 minutos desde Bailan, pueblo donde estábamos hasta el puerto, me ha permitido disfrutar de la visión de esa vegetación salvaje, de los acantilados al mar y de las pequeñas playas de cocoteros repartidas por el litoral.

El mar estaba de color esmeralda por el reflejo de tanta vegetación, los pequeños barcos pesqueros faenando, la calma de su poca actividad rota con la llegada del ferry que nos ha llevado de nuevo al continente para trasportarnos en un modernísimo bus repleto de dibujos de Nemo y sus amigos marinos hasta la macro urbe que es Bangkok.


En la terminal de autobuses hemos recogido la chaqueta que se dejó olvidada Andrés en el viaje de ida y que reclamamos telefónicamente al día siguiente.


El trayecto de 5h hasta la capital fue entretenido ya que a Andrés le dio por explicar chistes rápidos y malos que me hacían reír pero que provocaron que me mente empezara a recordar otros medio olvidados.
A medida que le contaba un chiste que me venía a la cabeza iba recordando más. Eso me sorprendió pues siempre creí que yo no era capaz de acordarme de ninguno.
No es verdad ya que esto de los chistes es como lo de rascar, todo es cuestión de empezar.


Llegados a la ciudad hemos cogido un taxi que nos ha acercado a Soi 4 de Sukumvit, donde tenía el hotel Andrés. Es una calle con mucha movida de bares con chicas, música a tope y bebidas con la “hora feliz” de pagas una y tomas dos.
Me he metido en uno de ellos con la necesidad imperiosa de ir al lavabo ante la sorpresa de Andrés que se ha hecho el remolón diciendo que me esperaba en la puerta.
Estaba bastante cortado pues íbamos con las maletas y lo último que se esperaba es entrar conmigo y equipaje en mano a uno de estos sitios.
Ha sido divertido ver como una bonita joven con tacones imposibles me cogía la maleta para subir los cuatro peldaños de desnivel que había desde la calle a la terraza del bar.
Otra me ha dicho que quería beber y le he pedido una caña, otra me ha preguntado de donde éramos y me ha dicho que allí llegaban muchos españoles sin saber nada de inglés.
Está claro que para encontrar lo que van buscando no hace falta saber inglés ni ningún otro idioma.

He notado que Andrés se ha ido relajando, ha prescindido de la sensación extraña de estar con maletas en un bar de alterne y me dijo que era muy condescendiente.
Aún lo he sido más cuando viéndole la cara de placer al estar rodeado de tan bellas señoritas me ha dicho que se tomaba otra cerveza y le he dicho que le dejaba allí solo para irme a casa de Mireia.

Me gustará saber cómo ha acabado la cosa, estoy convencida que me contará si lo acosaron mucho.

Ya en mi casa -soy la “ocupa” oficial de la casa de Mireia- he podido disfrutar nuevamente de un pan con tomate y jamón patrio, aún queda por suerte.

He recibido un mail de Miguel que también llega a Bangkok mañana de estar en Krabi, le he dejado mensaje para encontrarnos.

Sin falta lo primero que haré es ir al gimnasio para hacer yoga, lo necesito.

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