jueves, 19 de julio de 2012

26/10/2011 Camaguey en bus público.



Visto desde afuera da la impresión de que se traslada a personas como a ganado.

El bus público es un camión donde una vez dentro no es peor que ir en el metro de Barcelona en hora punta, es el aspecto físico del vehículo que hace más dramático el subirse a él.

Eso fue a la vuelta de la visita que he hecho a la ciudad que como las anteriores también es patrimonio cultural de la humanidad.

Es más grande que las visitadas anteriormente, la periferia está compuesta principalmente de casitas con su jardín y su parcela.
Preguntando me he enterado que son de propiedad privada en usufructo.
Las granjas son explotadas por ellos mismos, el estado pone las tierras, los aperos etc. y ellos le revierten parte de las ganancias.


El centro histórico es también de estilo colonial, muy agradable y con mucha vida.

Unas muchachitas sentadas en la calle han llamado mi atención, me he puesto a hablar con ellas que estaban algo retraídas al principio pero enseguida se ha establecido un buen ambiente. Han posado para mi cámara con mucho gusto.

Lo curioso es que unos metros más allá estaba un mozo sentado en un jardín que me ha pedido que le fotografíe a él también, cuando he accedido y dirigido mi cámara se ha puesto de pie y ha posado ¡presumido el nene¡


Mi hotel está a unos cinco kilómetros del centro.
Me decidí por ir a ver la ciudad con  servicio público en vez de en taxi pues es más divertido.
En la parada estaba una mujer con uniforme y una señal de PARE, le he preguntado que bus tenía que coger para ir al centro y cuanto costaba.
“Una peseta” me dice.
Yo creyendo que era una broma sobre mi procedencia le digo que ya no existen las pesetas lo que causó gran hilaridad entre las personas que estaban allí. Parece ser que aquí se le llama peseta a la moneda nacional (supongo que debe ser una decima parte del peso).

La función de esta guardia o como se llame su cargo era de parar, entre bus y bus, a los vehículos privados con poca ocupación, les preguntaba su destino y se terminaba de rellenar el coche con las personas que iban en esa dirección.

Me gustó el sistema, es una forma de maximizar los recursos y que los que tienen coche colaboren gratuitamente con los que no lo tienen.


A la ida me colocó en un coche privado. Fue más divertida la vuelta en el autobús público.

Me he comprado un libro, el más barato de mi vida, solo costaba medio peso convertible que más o menos es medio dólar. No había demasiado donde escoger pero ya que ando por estas tierras me he decidido por la vida novelada de Bolívar.

Mientras estaba en una terraza tomando mi primer mojito, un poco dudosa de cómo me iba a sentar pero haciendo caso a lo que me dijo el chico de La Habana que decía que curaba todos los males digestivos, se ha sentado en mi mesa (pidiendo permiso, claro) un mago.

Esa es su profesión, mago. Me ha estado explicando el sistema económico de Cuba. Él, concretamente, tiene un sueldo del estado y van a colegios o a hospitales para hacer sus números de magia, cobra lo mismo si trabaja mucho o poco.


Dice que también existen contratos más o menos privados, es decir que hay artistas que tienen una licencia de autónomos (no se llama así) y pueden ser contratados por restaurantes, salas de fiesta, etc.  son estos estamentos los que les pagan, de las ganancias una parte es para el estado.

En vista de que estaba en plan de ligue le dije que tenía a mi marido en el hotel con dolor de cabeza, eso no le cortó de pedirme de acompañarme en mi callejear.
Tampoco le cortó que le dijera que prefería ir sola para pedirme el teléfono, mejor dicho, que yo tomara nota de su teléfono para que le llamara…………….. ¡Absurdo¡


Ya al caer la tarde junto a la piscina del hotel contemplando cómo iba oscureciendo dio punto final a un bonito día en Cuba.

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