jueves, 19 de julio de 2012

26/8/2011 Vista De Bangkok desde el Siroco al anochecer.



Tras el riesgo de no reflexionar, la emoción del errar
Buscando el itinerario idóneo que cubra los deseos de no solo visitar la India si no de hacer meditación y yoga me he adentrado en la web interrogándola sobre el lugar que escogieron lo Beatles para tal fin. El sitio de meditación en cuestión es el Ashram de Rishikesh.

He llegado a un enlace “yyoquepensaba” en el que una española llamada Inma escribe sus impresiones de la zona, datado en mayo del 2009.

Hace una descripción muy crítica del lugar, muy bien redactada. Me ha hecho poner los pelos de punta pues creo que los aspectos negativos introducidos por el esnobismo de los turistas sean del continente que sean, no han debido de mejorar en estos dos años transcurridos desde que lo escribió.


La experiencia de pasar una semana de meditación para llegar a saber mis capacidades de interiorización y concentración hasta donde llegan se han visto en la cuerda floja al saber que es turismo masificado el que quiere experimentar lo mismo.

No es que yo me crea diferente o pretenda hacer lo que los demás no hacen. He aceptado de más o menos buen grado el soportar aglomeraciones para poder visitar lugares emblemáticos como Halong Bay y otros lugares como Angkor Wat, Borobudur, Bromo, etc.


Pero en este tema de espiritualidad y silencio sí que hubiera querido encontrar menos interés turístico.

Me molestaría renunciar a esta experiencia pero no estoy dispuesta a pagar ese precio (metafóricamente hablando) para conseguirlo, así pues si no tengo más claro que voy a encontrar lo que busco renunciaré a ello.

Ya cumplidas mis devociones con una clase de yoga de casi dos horas, he ido con Mireia al Bar restaurante Siroco en la planta 46 del hotel State Tower, donde se contempla la ciudad cruzada por el rio y la autopista con las luces de los coches que al circular dejan una estela lumínica, roja o blanca según el sentido de la marcha, característica.

Las vistas son impresionantes ¡Qué grande que es esta ciudad¡


Subiendo en el ascensor, unas tailandesas con tacones de a palmo y muy arregladas me han sorprendido cuando he dicho “¿cuarenta y qué?” haciendo broma al recepcionista que nos dijo que debíamos marcar esa planta para ir al restaurante. Una de ellas se puso a reír de forma muy infantil lo que me dio pie a seguir hablando con ella y seguir sorprendiéndome de su candidez a pesar de ir vestida de mujer fatal.

Ya en la terraza del restaurante y con esas vistas maravillosas hemos conocido a dos catalanas con las que hemos departido largamente reviviendo las andanzas de cada una de nosotras.

Nos ha echado de tan fantástica terraza las susodichas lluvias diarias que hoy han sido más tardías.

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