jueves, 19 de julio de 2012

27/8/2011 Amphawa (mercado flotante), Tailandia




A una hora en bus desde Bangkok está el mercado flotante más recomendado por la guía por ser el menos abarrotado de turistas. Será por la distancia a la city?
El lugar es sorprendente ya que en un espacio de un kilometro de canal rodeado de casas comercios y desembarcaderos, se agolpan las barcas restaurantes donde cocinan in situ estupendos mariscos, pescados, carnes, arroces y noodles que los entregan con una pala de mango muy largo para llegar al cliente que está, por lo general en las escaleras del embarcadero.
Para pagar lo mismo, en esa paleta de mango largo dejas el dinero y así se salva el obstáculo de la distancia.


Otros lo han montado mejor aún, han plantado unas tablas alargadas y estrechas para que quepan en el ancho de la escalera del embarcadero y con mini taburetes bajitos se han montado un restaurante donde te toman nota de lo que quieres comer teniéndolo todo a la vista pudiendo observar como lo cocinan en las barcazas y degustarlo posteriormente.


Además del folclore de los chiringuitos flotantes hay la posibilidad de desplazarse con barcas colectivas por muy poco precio, 50 Bath por persona, por el rio durante una hora.
Nos han ido desembarcando en los diferentes templos que hay en la zona, teniendo tiempo suficiente para recorrerlos y purificarnos con las bendiciones de los monjes custodios.


Hay budas para dar y vender, vaya profusión de imágenes.
Los ritos de los budistas son también curiosos de observar.
Rezan arrodillados con las manos juntas, ofrecen unas flores artificiales que se entregan en la puerta de donde les cuelgan dinero como ofrenda depositándolos en el altar (queda sorprendente ver tantas banderillas de dinero).


También encienden incienso, ponen aceite para conservar la llama perenne del altar.
Llevan tapers de plástico grandes con comida para los monjes.
Lo que he visto más novedoso es que pegan en las diferentes esculturas un papelito que lo presionan como una calcomanía queda pegado lo que presumo sea hojas de oro retirándole previamente el papel portador que lo sustenta.


La otra cosa sorprendente es una línea de budas con un bol metálico a los pies de de cada uno, la gente va en fila depositando monedas en cada bol produciéndose un sonido característico de las monedas al caer contra el recipiente metálico.


En uno de los templos tenían en los jardines exteriores animales enjaulados sufriendo las visitas de colegios de niños bulliciosos.


Llegamos con el bus a Bangkok, sumergido en lluvia. Nos contó un amigo llovió todo el día. Nosotras disfrutamos de un tiempo estupendo.

La cena en casa de unos amigos de la universidad de Mireia en un apartamento a todo lujo en un edificio que parecía un hotel de 5 estrellas al que llegamos descalzas con los zapatos en la mano pues al salir de la estación del sky train la calle estaba inundada. Los pies hundidos hasta el tobillo en el agua encharcada  me recordó el famoso día de Hanói donde el diluvio nos cogió a Marta y a mí en la puerta al mausoleo de Ho Chi Ming.

Por la noche fuimos a bailar tango al hotel Elephin del Soi 1 de Sukhumvit. Allí encontramos a los amigos de otras milongas.
Adi se alegró de verme de regreso, hemos quedado en la milonga del martes.

Volviendo a casa, al cruzar una calle un coche se me tiró encima sin respetar que yo estaba ya pasando, un joven me paro instintivamente poniendo su mano en mi abdomen.
Me sorprendió la inmediatez del reflejo de él por pararme para no ser atropellada. 

Seguí el resto del camino meditando de donde salen esas reacciones no pensadas que nos hacen proteger a los demás aún sin conocerlos de nada cuando hay un peligro ¿Una solidaridad oculta en nuestros genes por un “hoy por ti, mañana por mí”?

Con esas reflexiones terminé el día teniendo la grata sensación de que la vida es bella.

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