jueves, 19 de julio de 2012

3/11/2011 la iglesiadel cobre,Santiago



Esta mañana me he levantado tarde y perezosa por lo que no he salido a la calle hasta las once y media. Ya tenía el plano de cómo ir al pueblo de Cobre, llamado así no por estar hecho de ese material si no porque posee minas.

Como era de esperar Dagoberto estaba en la puerta esperando para acompañarme. Me hace gracia porque me llama de usted y es super respetuoso desde que le dije el primer día que acepté ir con él a ver como bailaban salsa los locales “voy contigo pero ten presente que no quiero rollo por lo que si es esa tu idea descártalo, no te vayas a creer que siempre que una mujer viaja sola a Cuba es para buscar sexo”


De entrada se quedó cortado, me aseguró que no iba a pasar nada que yo no quisiera, que era él el que me invitaba a tomar una cerveza, cosa que hizo aunque luego lógicamente le pagué yo la copa en el espectáculo en vivo que fuimos un rato a ver.
Pese a que le dije que podía ir sola pues sabía que autobús local (camioneta) a tomar y donde, insistió en acompañarme.
Como era de esperar a la vuelta me pidió dinero para comer con la escusa de haberme hecho de guía (¿?) En fin, era de esperar, tuvo que conformarse con cinco pesos.


El trayecto en el medio de locomoción autóctono fue una experiencia interesante aunque me percaté de miradas altivas y diría que despreciativas de las muchachas que imaginando un rollo típico extranjera con local lo desaprobaban claramente con su manera de mirarme o quizá miran así a todos los turistas.
La verdad que he notado esa mirada en muchas ocasiones tanto en la calle como en los hoteles por parte del personal pero aquí en Santiago quizá más marcado, es altanera.

Viniendo de Asia que todo son sonrisas cándidas y desvivirse porque estés cómodo y bien servido la actitud de los cubanos, en especial en los de los hoteles es muy desconsiderada.


Por ejemplo, llegas y están hablando entre ellos, te pueden tener mucho tiempo esperando. Ellos hacen como si no estuvieras y cuando sospechando que te has vuelto invisible haces un inciso en su privada conversación, te miran de arriba abajo y con un mohín en la cara te preguntan qué quieres mientras que con su mirada están diciendo “no molestes mosquito”.

La iglesia del Cobre es como una ofensa a la sensibilidad, no porque no sea hermosa que lo és sino porque ubicada en una loma con una perspectiva inmejorable y gran majestuosidad se da de tortas con la pobreza del lugar de mineros.

¿Cuantos sacrificios por parte de la población habrá costado su construcción?


Siempre la Iglesia haciendo ostentación de poder a costa de la creencia y candidez de la gente que es quien costea y sufre en propias carnes su opulencia.

Bueno, no quiero ser muy dura, la iglesia está bonita pero para mí lo inmejorable es el entorno lleno de bosque y vegetación con unas preciosas montañas no muy lejos donde se deben poder hacer hermosos paseos.


Durante todo el camino de unos 40 minutos de bus hasta llegar desde Santiago la espesa y abundante vegetación nos ha acompañado todo el camino.
Aquí el personaje de la novela de “El barón rampante” de Italo Calvino podría haber cumplido perfectamente con su voluntad de no poner los pies en el suelo nunca más en su vida desplazándose por todas partes de árbol en árbol.


Al atardecer, de vuelta a la ciudad paseo por el centro y llegar justo al hotel antes de que lloviera (un rato) como cada día lo mismo que pasaba en Asia todos los días durante todos los meses que estuve allí, la lluvia me acompaña en mi viaje, por suerte es considerada y solo dura escaso tiempo quedando un precioso día restante con atmosfera limpiada por el agua.


Mañana volaré a La Habana de nuevo.

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