jueves, 19 de julio de 2012

3/9/2011 Tren expreso a Jaisalmer. India



Por fin dejamos esta locura de ciudad llamada Delhi. Las impresiones recibidas han sido chocantes, demasiado intensas, me han dejado en un estado de choque emocional difícil de describir, no tengo palabras para poder expresar mis sentimientos a los estímulos recibidos.


El taxi hasta la estación Old Delhi fue como entrar en el túnel de los sustos.
Circulaba tocando el claxon, claro, como el resto de conductores, para algo está en el coche, no? Pues decía que circulaba apartando motos, bicicletas y otros circulantes de menor categoría volumétrica con gran desfachatez, casi rozándolos, tirándose encima de ellos que naturalmente se iban apartando.


La caótica circulación con la ley del más fuerte, pasa primero el que primero mete el morro.
No me aterró lo suficiente como para dejar de percibir la vida cotidiana de los habitantes a los que veíamos por la ventanilla.

Pobreza, colorido en las vestimentas de las mujeres, comercios destartalados a lo largo de la carretera formaban parte del paisaje, algún carro tirado por un buey en medio del tráfico hacia temer por la integridad física del animal.


La estación de trenes estaba abarrotada, el hall lleno de gente estirada en el suelo durmiendo pero no en un rincón al lado de una pared, no, en medio de la sala donde tenías que sortearlos para poder pasar a los andenes.


Llegados al andén donde estaba el larguísimo tren que nos iba a llevar a Jaisalmer, empezó la odisea de adivinar en que coche íbamos ya que en nuestro billete ponía A1 y ninguno tenía esas letras indicativas.

Buscando llegamos a los vagones de tercera donde se aglomeraba gente a la que veíamos desde fuera por unas sucias ventanillas con barrotes, daba más la impresión de condenados que de viajeros.

Ros me expresó después su miedo a que fuera ese nuestro vagón, me dijo, en broma, que estaba a punto de ponerse a llorar.


Por suerte logramos encontrarlo y respirar hondo al ver que nuestro departamento se componía de cuatro literas muy potables sobre todo después de lo visto en los vagones de tercera.

El paisaje a través de las ventanillas del tren nos deja ver las chabolas cercanas a las vías, las edificaciones semiderruidas pero llenas de vida.
Bajo un puente han edificado casas aprovechando este como techo.

La gente hace la vida en la calle por lo precario de sus viviendas los que nos da la oportunidad de poder observarlos a lo “gran Hermano” programa que me jacto de no haberlo visto nunca pues me parece abominable pero que me ha venido la mente por el hecho de que observamos la vida ajena sin ningún pudor, está ahí y así los vemos.

Mientras cae la tarde una tertulia con Ros sobre su vida en Barcelona, intercambio de impresiones sobre lo visto hasta ahora y los proyectos de lo que vamos a hacer me llenan de placidez dándome cuenta que se me cerraban los ojos acunada por las palabras de Ros y el traqueteo del tren.

Dormí la noche de un tirón sin percatarme de ninguno de los cambios que hubo de los compañeros de cabina.

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