jueves, 19 de julio de 2012

5/9/2011 Jaisalmer, un día de lluvia



Toda la noche lloviendo, el cielo encapotado, Ros con la diarrea del viajero…..Decididamente el desierto puede esperar, no vamos de expedición.
Mientras esperábamos que parase algo la lluvia para salir a visitar la fortaleza hemos conocido a unos catalanes que se alojan en nuestro hotel que llegaron ayer del desierto, venían con diarreas, uno con fiebre  pasando una noche de visitas continúas al retrete.
La otra pareja al parecer también con diarrea él y dolor de cabeza ella.


Todo nos reafirma que hacemos bien desistiendo de nuestra escapada en camello.
Ha sido un día tranquilo, paseos por la ciudad, visita a la fortaleza, comida austera de arroz hervido para Ros y un pollo al curri para mí en otra azotea del Restaurante de Mónica.
La lluvia ha ido cayendo a rachas durante todo el día, las calles embarradas con los excrementos de las vacas dan un aspecto aún más sucio si cabe.


La visita al lago artificial me ha sorprendido por lo grande que es. Entre tanta lluvia y este lago cuesta creer que estemos en el gran desierto de Thar.
Estoy algo aturdida por este entorno placentero en parte e inquietante y desagradable en por otro lado. No se si tanta suciedad no se sale de lo que mis escrúpulos puedan aguantar, no me atrevo a comer fruta por la manipulación de la misma.
Compramos unos plátanos encontrando que sabían a pepino y su consistencia era correosa, no me he atrevido con otras frutas que corten en la calle y no tengo navaja para hacerlo yo.


Esto me hace pensar que sería interesante comprar una navaja, temo que por aquí no sea fácil.


Mis primeras impresiones de la India son contradictorias, por un lado me fascinan sus gentes, las temo por la mala experiencia de la estación de Delhi y el acoso recibido en sus calles por lo que estoy algo alerta en los contactos con ellas y eso no me permite disfrutarlas lo que debería, me asquea tanta suciedad, es como pasear en un estercolero, no sé qué pensar.


Todo esto se ajusta a lo que me habían contado mis amigos, me han dicho que se pasará estos escrúpulos y empezaré a disfrutar de la India sin aprensiones.
Esperemos que así sea.
Volviendo al hotel porque la lluvia no cesa he visto como una vaca era ordeñada por quien supongo es su propietario.


Me pregunto por qué no las llevan a pastar al campo en vez de que se pasen el día comiendo escombros.
He visto como un hombre indigente bastante joven estaba exprimiendo un trozo de excremento de vaca sacándole el agua y compactándolo para seguidamente comérsela, me ha impresionado mucho.

Escuchando música suave de Beatles en mi habitación he dejado volar mi imaginación intentando recordar cómo era mi ciudad cuando yo era pequeña y se tiraban también los deshechos en la calle. ¿Qué pensaba yo de aquel entorno?


La verdad es que recuerdo más como me chocó que cambiara. Me explico, recuerdo cuando se empezó a prohibir que se tocaran los cláxones de los coches. Lo que sentí fue extrañeza, no entendía por qué no se podía tocar el pito como siempre se había hecho pero no recuerdo que me molestasen los pitidos de los automóviles entonces cuando era costumbre, ahora no los soporto.

También recuerdo cuando se empezó a tener en consideración a los peatones como entes a respetar por parte de los conductores, dándoles preferencia de paso en los pasos cebra y hacer vías peatonales exclusivas.
Para mí fue sorprendente el pensar que el peatón pudiera tener algún derecho pues nunca antes los tuvo y ahora veo con muy malos ojos lo que de pequeña consideraba normal, que no se respete a los viandantes ni se les ceda el paso bajo ningún concepto.

Este pensamiento me hace entender mejor el cómo pueden vivir en esta suciedad sin protestar, no han vivido nada diferente y esto es lo natural, lo normal para ellos como lo fue para mí en aquellos tiempos en los que los turistas que venían a España se quejaban de lo asquerosos que estaban los lavabos españoles.

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