jueves, 19 de julio de 2012

6/10/2011 Trekking de Kalaw a Inle Lake 1º día



He tenido suerte con el tiempo, llovió toda la noche a cantaros pero por la mañana salió el sol.

Iniciamos nuestro trek varios grupos separados, el nuestro compuesto por seis personas, dos amigos franceses, una pareja de médicos también franceses una australiana, Tiffany que vive en Bangkok dando clases de música a niños (ella toca el chelo) y la menda, actualmente ciudadana del mundo con inmensos deseos de serlo del universo.
Nuestro guía se llama Eddie pero le llamamos Edu, 59 años, casado y con cinco hijos.

El paisaje entre montañas en estas tierras es de cultivo, sobre todo de arroz pero no en bancales. Este arroz es de ladera y es más astilloso que el de agua.
También hay naranjos, plantaciones de chili, etc.


La tranquilidad flotaba en el aire así como los olores de las plantas que al pasar rozándolas lo desprendían, algunos eran conocidos, otros nuevos para mi olfato.

Caminamos un buen trayecto sobre las vías del tren, le pregunté a Edu que pasaba si venía el tren y me dijo que ya lo oiríamos y con apartarnos todo arreglado.

Así fue, lo oímos pero estábamos en un pequeño puente algo estrecho por lo que corrimos para salir a campo abierto y apartarnos. Es impresionante verlo pasar tan próximo pitándonos para que le oyéramos.


Nos cruzamos con muchos lugareños con sus faenas de acarrear con bueyes o en grandes cestos sus mercancías.
Subimos a lo alto de una montaña para ir a visitar a un chamán que nos invitó a té, nos habló de sus medicinas y nos enseñó unos tatuajes hechos por él que también se dedicaba a eso pero como es mayor y la vista le falla ya no lo hace.


Ahora enseña a dos jóvenes todo lo que sabe para que lo sustituyan cuando falte.

Llegamos hasta la estación de tren de Miyin Tibe al mismo tiempo que llegaba un tren (no el mismo, otro) produciéndose un gran alboroto entre las vendedoras de verduras que intentaban y conseguían venderlas a través de la ventanilla.

En el pueblo de Yaw Pu paramos a reponer fuerzas. Contenta de estar en la montaña en plena naturaleza y con gente tan amable y exótica me congratulé de mi libertad, de mi suerte de estar donde estoy y no donde me obligue mis circunstancias.


Por un momento me he visto a mi misma desde fuera, no en un viaje astral, eso lo viví cuando tenía más o menos veinte años.
Trabajaba en el turno de noche como auxiliar clínica para pagarme mis estudios de Medicina, libros, comida, apartamento, etc. lo que requería que tuviera varios trabajos por lo que iba bastante cansada.
Esa noche me tocó oftalmología. Cuando ya todo el mundo dormía me quedé traspuesta sentada en un sillón cuando de repente y no sé cómo me desdoblé. En un instante estaba en un extremo del techo de la habitación aturdida de estar allí, vi con asombro un cuerpo tumbado en un sillón con la cabeza echada hacia atrás y la boca abierta.


Por un instante no lo reconocí pero seguidamente vi que era yo (cuerpo) pero yo (conciencia) estaba en el techo.
Me entró un pánico que aún me estremece al recordarlo, unos deseos imperiosos de volver a mi cuerpo, de entrar en él de nuevo, lo conseguí tampoco sé cómo pero fue inmediato tras ese deseo imperioso de que así fuera.
Estando todo de una pieza me quede confusa, asustada y sin entender que había pasado.


No mencioné a nadie el hecho pues no sabría cómo explicarlo, lo olvidé hasta que pasado unos años, un día viendo la tele vi a un grillado de esos que hablan de fenómenos paranormales, iba a cambiar de canal cuando las explicaciones del fenómeno llamado viaje astral me alertaron.
No podía creer lo que estaba oyendo. Estaba describiendo al pie de la letra lo que yo había vivido varios años atrás sin saberlo.
Ese día supe que había experimentado un viaje astral………………………¡qué cosas¡

Así pues, seguimos caminando bastante embarrados por las lluvias del día anterior cuando empezó a llover. Llegamos a la aldea de Lamine que ya oscurecía tras ocho largas horas de caminar descontada la hora que descansamos en la comida.


Los granjeros tenían dispuesto para nosotros colchonetas en el suelo en una sala de una cabaña alta. Conocimos a toda la familia que, como no, eran encantadores.

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