jueves, 19 de julio de 2012

7/10/2011 Trekking de Kalaw a Inle Lake, 2º día



Prometí a los muchachos que no llovería pese a lo tapado que amaneció el día y he cumplido.

Ha sido un gran alivio ya que si hubiera llovido los caminos estarían más embarrados de lo que ya lo están.
Con barro hasta las orejas y nueve horas de marcha esta vez con alguna subida durilla pero llegamos a nuestro destino enteritos (exhaustos sería mejor decir).

La travesía aunque dura ha sido preciosa. Hemos estado en pueblos con campos de cultivo, campesinos acarreando sus mercancías, eso sí, todos con su cigarro en la boca o masticando hojas de betel.


La comida en la casa familiar de unos granjeros muy amables con siesta incluida de media hora.

Edu va parando a hablar con la gente que encontramos en el camino, me gusta observarles mientras hablan en su idioma, no entiendo las palabras pero el lenguaje no verbal queda claramente reflejado en el rostro, es la que no puede ser alterada voluntariamente y delata a la perfección los sentimientos de las personas.


Compruebo nuevamente que ese lenguaje no verbal me dice que son gente tranquila, amable y lo que más veo reflejado en sus rostros es candidez, cosa que admiro y envidio. Creo que la candidez es el estado más próximo a la felicidad.

He aprendido a saludar en su idioma “mingalaba” quiere decir hola (no se debe de escribir así, seguro”) también se decir gracias “yesuve” más o menos suena así. Como me contestan deduzco que muy mal no lo debo pronunciar, eso sí, siempre sonríen al oírlo, les gusta que les salude en su lengua.

El enorme cesto repleto de chilis cuesta en el mercado 3000 Kyat que viene a ser 3 euros. Se sienten felices, les parece mucho……………..(¿)


¡Cómo cambia el concepto de caro o barato según donde estés¡
En estos momentos mi transformación mental del valor de las cosas me harían estremecerme si me pidieran 20 euros por una comida, hace ya meses que no pago más allá de 5 euros, eso el día que me doy un lujo.

Lo que me extraña es que no haya cultura del queso, a lo máximo producen mantequilla pero se pierden las exquisiteces del queso.
He observado un comportamiento por parte de un niño que me ha dejado gratamente impresionada.


Estábamos sentados en un pueblo tomando un té cuando dos niños de unos 4 y 6 años se han acercado, nos miraban sin pedir nada.
Como tenía unas galletas en la mano he supuesto que les gustaría compartirlas conmigo. Así ha sido, se han comido su galleta, luego el más mayor me dice algo y gira la cabeza hacia otro niño de unos dos años que no se atreve a acercarse y está algo lejos.
No recojo bien lo que claramente me está diciendo sus gestos, continuo con mi merienda cuando veo que siguen mirándome fijamente. Les vuelvo a dar otra galleta. El mayor la coge con gran alegría y se va corriendo con ella en la mano hacia el niño que está lejos y se la entrega, yéndose seguidamente los tres hacia dentro del pueblo, supongo que a contárselo a sus padres.

Qué bonito que lo que había estado esperando con paciencia mientras yo hacía caso omiso por ignorancia, era poder llevarle una a su hermanito pequeño.


Los olores de las plantas y la tierra mojada me retrotraen constantemente a mi infancia.

Vivía en un barrio apartado llamado Pedralbes rodeado de campos la montaña llamada de las aguas por estar ahí ubicado el depósito de las aguas de Barcelona.
Me pasaba todo el día (a la que podía escaparme de las obligaciones diarias de la casa) en el campo, subiendo árboles, subiendo montañas, subiendo precipicios.
Comía más las hierbas que encontraba en el monte que en casa que siempre estaba inapetente. Las comía y sobre todo las olía, ¡como me gustaba el campo¡
Normalmente iba sola ya que mis amigas o no las dejaban salir o no les apetecía mis trotes, solo Ana Mª participaba con alegría de mis escapadas cuando podía.

Como una cabra, así se me podía definir a esa edad y por lo que veo no he cambiado demasiado mis gustos.


Por fin llegamos al monasterio donde pasamos la noche, agotados por las nueve horas de marcha (descontadas las paradas).
Es alucinante el montaje de este monasterio.
Hemos confluido todos los grupos que por distintas rutas o diferente horario vamos hacia Inle Lake. Somos aquí por lo menos 80 personas, todos en colchonetas estiradas en el suelo unas junto a otras en la gran sala donde estar el altar a buda.

A las ocho los niños que están en el monasterio para convertirse en monjes nos han deleitado con sus voces leyendo en voz alta y al unísono.

A las 20:30 luces off y a dormir si o si.

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