jueves, 19 de julio de 2012

8/10/2011 Trekking de Kalaw a Inle Lake, 3º día.



Casi ni me lo creo, a las seis de la mañana, de repente y sin aviso previo nuevamente la escolástica de este monasterio ha empezado a vocear lo que claramente no son canticos, no hay armonías en las voces.
Recitan todos juntos frases que voy viendo que se repiten con cierta cadencia. Más tarde supe por el guía que recitan o leen versos sagrados de sus creencias.

Eso nos pasa por dormir en lugar sagrado.
El recinto del altar invadido por nuestros ronquidos no ha sido óbice para que sigan sus maitines pasando de nuestra presencia y eso que somos muchos.

Al marchar en monje principal se dedica a despedir a sus huéspedes con una bendición, una frase que puedes dejar en el libro de visita (no creo que tenga libro de reclamaciones) y como no, debes depositar un donativo.

Curiosa esta mala costumbre de pedir de los religiosos, como si no hubiéramos pagado ya para estar en ese improvisado e incómodo hotel.
Toda esta parafernalia en la que me negué a participar tiene como objeto que te sientas obligado a dejar propina (perdón, donativo).
Tras el desayuno seguimos marcha con la promesa de que el trayecto iba a ser más corto que los otros días que hacíamos unos 20 kilómetros diarios.


Edu me ha contado que un grupo que iba más retrasado que el nuestro (esto de separar grupos lo hacen bien, así no nos encontramos el camino repletos de turistas como pasa en el Kilimanjaro que parece “las ramblas”) se ha encontrado en una aldea un grupo de niños locales tirándoles piñas con tirachinas
¡que recuerdos¡ las famosas guerras entre los niños del barrio en las que nos uníamos los grupos de varias edades para pelear a pedrada limpia o con tirachinas a la llamada de “guerra, guerra” contra los de los pabellones militares (así me abrieron la cabeza un día de una pedrada y recuerdo que yo hice lo mismo con la cabeza de uno del bando contrario en otra ocasión que de eso no faltaba).


Bueno, pues el turista en cuestión junto con el resto del grupo empezó a correr para ponerse a salvo de la catapulta con la mala suerte que resbaló cayendo al suelo y luxándose un hombro por lo que tuvo que regresar a Kalaw.

En el monasterio salude a un grupo de catalanes……………Como las moscas, estamos en todas partes.

Hoy el sol ha salido sin timidez haciendo que los que no llevaban gorro inventasen turbantes al estilo local, con las camisetas. Otro con el paraguas que le sirvió para la lluvia, le protegió del sol.


La travesía de hoy ha sido toda bajada, es lógico cuando se sube tarde o temprano se ha de bajar.

Observo que mis compañeros van muy cansados, casi diría que la que va más entera soy yo (apreciación personal, claro) lo que me indica que aún estoy en forma a pesar de no ir al gimnasio.

Las vistas del lago desde la distancia nos permiten observar lo grande y hermoso que es.


Hemos comido junto al lago donde con una barcaza nos llevaron a la ciudad de Inle Lake.

La vida se desarrolla en torno al lago, es tan grande que hemos navegado con lancha rápida más de una hora para llegar al núcleo urbano.
Me ha sorprendido el huerto flotante que tienen montado aquí. Las tomateras con sus frutos madurando se mecen a nuestro paso por las olas que produce nuestra barcaza.
Entre las tomateras pasan los barcos, el espacio es relativo. Vemos una barca que viene en sentido contrario al nuestro en un espacio justo el ancho de nuestra barca pero como si de magia se tratase pasa por nuestro lado sin chocar.
El secreto está en que estas plantaciones se desplazan cuando nuestra barca las empuja y la otra hizo lo mismo abriéndose un ancho suficiente para ambas.


Siembran y recogen desde las barcazas.
Además de tomateras (que hay muchísimas) he podido observar otros tipos de cultivo como calabazas y lo que supongo pepinos, que odio tanto y que no han faltado ni un solo día en mi plato incluso un día en mi cara, desde que salí de viaje.

En un programa de Punset (si no entendí mal) oí que el único animal capaz de imaginar un león en Paseo de Gracia y desarrollar reacciones corporales de pánico como si realmente estuviera presente, es el hombre.
Durante la comida había un perro pidiéndonos compartir algo del plato cuando el dueño del restaurante sacó un palo, en cuanto el perro vio el palo dio unos quejidos muy lastimeros como si le hubiera pegado y salió corriendo cojeando.


Llegue a la deducción lógica “querido Punset” que el perro imagino perfectamente lo que le venía encima reaccionando su cuerpo como si ya hubiera recibido el palo con solo imaginarlo (o es diferente porque en este caso seguro que un día si le apalearon y lo que actúa no es la imaginación si no el recuerdo).

¡Qué lío¡ pero estoy convencida que del cerebro y como consecuencia de los sentimientos de los animales sabemos menos de lo que nos creemos.
También puede ser que no nos interese saber más para no volvernos todos vegetarianos.

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