jueves, 19 de julio de 2012

9/9/2011 El fuerte de Chitor, Rajasthan, India



Viajando por el Rajasthan con coche vamos pasando por pueblos muy pintorescos viendo a sus habitantes en los quehaceres cotidianos que entretienen nuestro largo trayecto desde Udaipur a Bundi (5h).
Las vacas invaden carreteras incluso las de vía rápida de cuatro carriles, nuestro coche al igual que los demás debe sortearlas no produciendo ningún efecto en ellas que continúan sin inmutarse descansando en medio de la carretera.
De tanto en tanto nos viene algún coche, moto o bicicleta de cara en sentido contrario. La carretera tiene dos carriles en un sentido y dos en el otro, pasan poquitos coches.
Me pregunto ¿por qué teniendo ellos dos carriles utilizan los nuestros de sentido contrario?


A las dos horas de ameno camino llegamos a Chitor en el Rajasthan, donde paramos unas cuantas horas para visitar su fuerte, el más grande de la región, 28 km2, ubicado (como la mayoría de ellos que hemos visto) en una colina con dominio de las llanuras de alrededor.
Estaba en ruinas pero se podía apreciar de sus restos el esplendor que debió poseer antaño.
Un serpenteante camino nos lleva hasta la entrada principal. Desde su recinto puede observarse las maravillosas vistas de la llanura y el palacio de Rana Kumba en ruinas.


A poca distancia se erige el templo de Singa Chowri. Siguiendo el recorrido de las murallas llegamos a Jaya Stamba o torre de la victoria de 37 ms. De altura con una escalera interior que permite acceder a la parte alta a la que no entramos por ser muy estrecha y atiborrada de turistas indios, no limitaban la entrada teniendo en cuenta la capacidad del recinto.


Los turistas son locales y nos miran con sus enormes ojos fijando la vista en nosotros de forma que en nuestra cultura calificaríamos de descarada. Como a mi particularmente me gusta esta forma intensa de mirar les aguanto la mirada.
Cerca de la torre está el Mahasati donde se incineraban a los rajputas y algo más separado el templo de Sammidheshwar.


En este templo se produjo un fenómeno curioso, un grupo de turistas indios estaba junto a mí, note la intensa mirada de un joven. Se la mantuve observando un rostro severo, de mirada intensa,. Me llegó la impresión de desaprobación, a los instantes siguientes, mientras nos mirábamos ambos, desconfiadamente él y sorprendida yo, vi que se unían a sus serias miradas las de otras mujeres que iban con él.
No cedí, seguí aguantándoles la mirada pero ante la duración de esto me pareció oportuno hacer una sonrisa reconciliadora que fue seguida con una distensión de los rostros que me miraban pero sin llegar a sonreír aún.
Lo siguiente que se me ocurrió hacer es tocarme el sombrero sin dejar de mirarles haciendo una mueca y arqueo de ojos como queriendo decir “¿es esto lo que os sorprende y miráis?” a la vez que amplié más mi sonrisa.
La respuesta vino de inmediato, todos me sonrieron abiertamente incluso el joven de mirada adusta. Les invité a posar ante mi cámara que aceptaron de inmediato adquiriendo nuevamente gran seriedad en sus rostros que acabó nuevamente en risas y alboroto cuando les enseñé el resultado de la foto en la pantalla de la cámara.


Los hombres de este grupo que observaban todo desde otro lado me pidieron que les fotografiase también, lo que acepté de mil amores. Me sorprendió que para posar también se pusieran serios.

Tras el embrollo de este encuentro con este grupo me quedó la impresión de que a veces malinterpretamos las miradas de los demás. Si hubiera bajado la vista y seguido mi camino estaría ahora diciendo que los indígenas nos miran mal y despreciativamente lo cual no es cierto.
Me miraban así por extrañeza y desconfianza, a la que se dieron cuenta que era amigable y accesible se mostraron muy cariñosos y divertidos.


Seguimos camino hasta Bundi contemplando la vida de los pueblos que nos cruzamos y la presencia de unos camellos tan cerca del coche que temí que nos chocásemos con ellos con grandes dudas de quien iba a perder en el encontronazo.

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